La Economía Política en la Argentina del 2023
Por Florencia Fares: CIMaD-EEyN-UNSAM, IELAT (UAH)
En octubre se celebrarán en Argentina las elecciones nacionales para cargos del Poder Ejecutivo (entre ellos, el Presidente y Gobernadores) y se renuevan la mitad de las bancas de la Cámara Baja (Diputados) y un tercio de la Cámara Alta (Senadores) del Poder Legislativo. Sin embargo, desde 2011 la antesala a las elecciones generales son las Elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) nacionales que se realizarán en agosto próximo y darán un primer pantallazo de la tracción popular de cada partido y sus pre-candidatos. A diferencia de las generales, las PASO permiten que más de un pre-candidato se presente por partido, de manera que, luego de estas se define quién representará en las generales a cada fuerza política.
Curiosamente, al ser las PASO una elección obligatoria, los electores pueden elegir solo a un pre-candidato, por lo que funcionan como un termómetro de cómo se desarrolla la campaña y da la posibilidad de “afinar” la estrategia electoral de cara a las generales. Hasta ahora, no se ha visto ningún “batacazo” con cambios sustanciales de los resultados electorales entre las PASO y las generales a nivel nacional, pero si nos remontamos al 2019, los dos meses que median entre ambas elecciones pueden ser un periodo de creciente incertidumbre y turbulencia económica. Aquí entra en el juego la Economía Política para pilotear las expectativas.
Argentina llega a las elecciones con un panorama económico muy preocupante. En los primeros cinco meses del año la inflación mensual se ubicó en torno al 7.3% en el nivel general, mientras que en el rubro Alimentos y Bebidas asciende al 8.4%. La moneda se ha depreciado un 46% en el primer semestre (valuación oficial), mientras que persiste una importante brecha con los tipos de cambio alternativos de alrededor del 80%.[1] En términos sociales, los ingresos de los trabajadores han perdido poder adquisitivo con un mayor impacto para los informales, que representan alrededor de un tercio de la fuerza laboral. A fines de 2022, el 39% de la población ya se encontraba debajo de la línea de pobreza, por lo que difícilmente se pueda revertir con las cifras mencionadas. Para colmo, el coctel macroeconómico se combina con una sequía histórica que provocó la caída de casi de 50% en algunas partidas de exportaciones cerealeras, uno de los rubros más importantes del comercio exterior.
Así, los guarismos para el oficialismo se presumirían desalentadores. Sin embargo, a fines de junio se conocieron las listas de pre-candidatos, y la actual fuerza gobernante contará con la formula encabezada por el actual ministro de economía. Esto es verdaderamente sorprendente porque el ministro ha logrado imponerse a pesar de que la inflación se ha incrementado recientemente, y que no se ha materializado todavía una reformulación del acuerdo con el FMI[2] que permitiría el ingreso de dólares a las arcas del Banco Central. El candidato de la Unidad (llamado así por los propios) sería el de mayor intención de voto dentro del frente, aunque carente de propuestas económicas. Nuevamente, la Política domina la Economía.
Con la excepción de algunos partidarios de la dolarización, ningún candidato ha presentado un programa económico para combatir a la inflación, que es el problema acuciante en la economía argentina. La dolarización aparece como una solución debido al bimonetarismo presente en Argentina, que se refuerza a medida que la inflación se incrementa. Los agentes para cubrirse de la pérdida del poder adquisitivo y tener un precio de referencia, empiezan a utilizar al dólar ya no solo como reserva de valor, sino como unidad de medida y medio de cambio. Por esto es necesario diseñar un plan de estabilización que fortalezca la moneda local sin que se tenga que renunciar a la soberanía monetaria, como han hecho gran parte de los países vecinos. En todo caso, la dolarización no imposibilita la existencia de déficit fiscales y/o trayectorias de endeudamiento insostenible, que han sido grandes protagonistas en la historia argentina, pero si ata de pies y manos a las autoridades para realizar políticas monetarias y cambiarias contracíclicas. Mas allá de que necesitaríamos un apartado adicional para hablar de la difícil implementación que tendría hoy por hoy, con la dolarización, Argentina tiene más para perder que para ganar.
En esta línea, cerramos esta nota con algunas reflexiones sobre qué necesita Argentina para solucionar la creciente inflación. A diferencia de lo que sucede en economías de inflaciones bajas, cuando el régimen inflacionario es moderado/alto, la historia nos muestra que es necesario aplicar un plan de estabilización. Estos planes se caracterizan por un conjunto de medidas orientadas a un fin único, que es bajar la inflación, y que abarcan un gran abanico de acciones en materia fiscal, monetaria, social, cambiaria y financiera. Por lo tanto, no se circunscribe solamente en disminuir el déficit fiscal, aunque esta sea una condición necesaria, mas no suficiente.
Para que un plan de estabilización sea exitoso, también se requiere que tenga continuidad en el tiempo, sostenida en un acuerdo político que permita a las autoridades coordinar la evolución de los precios y los salarios para evitar un estallido social que dinamite al programa. La buena noticia es que, en general, estos programas en la etapa inicial de su implementación muestran un crecimiento de la actividad económica doméstica, ya que se suele utilizar al tipo de cambio como un ancla nominal para coordinar la desinflación. Sin embargo, si este proceso es lento, las probabilidades para el éxito del programa disminuyen ya que las economías empiezan a mostrar un creciente déficit externo y requieren de una continua entrada de capitales. Por esto, es necesario que un plan de estabilización bien diseñado contemple no solo el seguimiento de indicadores económicos claves, sino también de un fuerte apoyo político que lo dote de credibilidad para lograr una rápida desinflación. Hoy por hoy, la ausencia de propuestas en esta materia pone de manifiesto que la inflación en Argentina es más un problema político que económico.
[1] Desde 2019, en Argentina se impusieron restricciones para la venta de divisas (dólares) tanto en cantidades como en precio, que han persistido hasta el día de hoy (a pesar de algunos cambios normativos en el transcurso de estos años). Así, algunos agentes económicos (como importadores y algunas personas físicas) pueden acceder a un dólar barato que sale de las arcas del Banco Central, mientras que otra gran parte consigue dólares en los mercados financieros. No obstante, esta cotización “paralela” es también una fuente de preocupación para el gobierno cuando se dispara, por lo que el Banco Central termina interviniendo en estos mercados a través de la compra/venta de bonos que se utilizan para conseguir esos dólares.
[2] El acuerdo firmado en 2018 fue renegociado en marzo de 2021, y las metas impuestas en el nuevo programa para el 2023 se han incumplido en todas las áreas.