Investigador en formación en IELAT. Línea de investigación: Relaciones Laborales y Protección Social. Beca IELAT-Santander.
El empleo joven representa uno de los problemas globales que hoy espera ser abordado y que, dado sus efectos más allá del mercado de trabajo, concentra gran parte de la preocupación de los gobiernos y las organizaciones internacionales. En el mundo hay 70 millones de jóvenes buscando trabajo; más de 160 millones de jóvenes que trabajan, pero viven en la pobreza; 2 de cada 5 jóvenes están desempleados o son trabajadores pobres; en perspectiva la tasa de desempleo juvenil es 3 veces más alta que la de los adultos (1).
Como consecuencia de la crisis sanitaria y económica suscitada por la pandemia de la COVID-19, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ya prevé que el problema del empleo juvenil será particularmente grave en tres dimensiones: 1) interrupciones en la educación, la formación y el aprendizaje en el trabajo; 2) mayores dificultades para los jóvenes que buscan empleo y quienes se incorporan por primera vez al mercado de trabajo, y 3) la pérdida de empleos y de ingresos, junto con el deterioro de la calidad del empleo.
Sin dudas, ante este escenario, el diseño de políticas públicas para el fomento del empleo joven demandará un importante esfuerzo de gobernanza. Es cierto que no todos los países responden de igual manera a este problema. Aunque casi todos, en los últimos años, han tratado de resolverlo -y continúan- con intervenciones de corto alcance y limitadas en el tiempo a través de programas concretos. En general, se observa que suelen hacer mayor énfasis en los jóvenes que acceden al mercado de trabajo y menos –o casi nada- a las condiciones de trabajo de los que ya se encuentran trabajando.
Por ejemplo, con la Iniciativa de Empleo Juvenil la Unión Europea financia la aplicación de los regímenes de Garantía Juvenil con la cual busca que los jóvenes menores de 25 años reciban una buena oferta de empleo; educación continua; formación de aprendiz; o periodos de prácticas en un plazo de cuatro meses tras perder su empleo o poner fin a los estudios. España, por su parte, ha diseñado un plan de choque por el empleo joven 2019-2021 que tiene entre sus principales objetivos desarrollar iniciativas de retorno a la escuela, de apoyo a la formación en competencias estratégicas, a la formación profesional dual, al empleo con derechos, al emprendimiento de los jóvenes, al fomento de la participación sindical de las personas jóvenes y del asociacionismo empresarial.
Sin embargo, es verdad que a pesar de los esfuerzos realizados en la última década por los gobiernos locales el problema del empleo joven continúa siendo una constante en los informes oficiales, no se aprecian cambios favorables ni sustanciales y ante los ciclos de recesión económica sus efectos se agravan desproporcionadamente cómo ha quedado en evidencia al finalizar el año 2020.
Abordar el tema del empleo juvenil evidentemente no resulta fácil. Desde mi punto de vista, requiere una visión más amplia del problema. En primer lugar, es necesario reconocer a la juventud como el periodo del ciclo vital de las personas que tiene sus particularidades y necesidades propias. Por otro lado, es crucial repensar el modo de intervenir desde las gobernanzas locales con políticas públicas de trabajo decente, también para los jóvenes que no sólo necesitan acceder a un empleo sino también promocionar y permanecer.
Las particularidades de la juventud como periodo de ciclo vital están lejos de ser una condición limitante o de inferioridad. Por el contrario, constituyen parte del proceso de inclusión e integración social que experimenta todo ciudadano. Sin embargo, en el contexto global del mercado de trabajo, esta singularidad transitoria de los jóvenes -muchas veces- son el argumento o fundamento de condiciones de trabajo de inferior calidad, de temporalidad y de mayor precariedad que deben afrontar.
Por eso, se hace necesario repensar las actuales políticas laborales para los jóvenes. Según la OIT, este enfoque basado en el ciclo vital es clave para abordar el problema del empleo juvenil porque centra su atención no sólo en el individuo, sino también en la sociedad en su conjunto al promover la solidaridad intergeneracional y contribuir así a un círculo virtuoso de desarrollo y reducción de la pobreza (2). Mientras que el trabajo decente proporciona, en cuanto ideal, un marco integrado para corregir los déficits a los que se enfrentan los jóvenes en lo que respecta a los derechos en el trabajo, el empleo productivo, la protección social y el diálogo social.
Referencias bibliográficas:
- OIT, 2017. Empleo decente para los jóvenes. Disponible: https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—ed_emp/—ed_emp_msu/documents/publication/wcms_488474.pdf
- OIT, 2004. Un buen comienzo: Trabajo decente para los jóvenes. Documento informativo Reunión tripartita sobre el empleo de los jóvenes: el camino a seguir, pág. 55. Disponible: https://www.ilo.org/employment/Whatwedo/Publications/WCMS_120147/lang–es/index.htm