Democracia, saber y comprender — Germán Jair Arenas Arias

Democracia, saber y comprender

Hace un par de semanas, en este mismo foro, leímos una aproximación sobre el papel del científico social en la era de la sobreinformación[1]. Transparencia, honestidad y objetividad fueron algunos de los valores subrayados que deberían conducir al científico a la hora de transmitir el conocimiento —su conocimiento— en las sociedades donde convive. Sin embargo, nos advertía la autora que los saberes suelen ser cada vez más inaccesibles en la esfera pública por el hecho de mantener cierto nivel. Podemos agregar aquí que, en efecto, la transmisión del saber suele estar acompañada de barreras —algunas de carácter comunicativo—. El de la ciencia es uno de los saberes que mayor distancia social impone, pero el fenómeno es más amplio, ocurre en otro tipo de saberes, y la falta (o exceso) de información es tan grave como su propia ininteligibilidad.

Al respecto, sería oportuno recordar, de la mano de la profesora Estrella Montolío, que si consideramos que la Ciencia, la Academia, la Judicatura y la Administración se financian con los impuestos de los ciudadanos, parece lógico que en la divulgación pública de ese conocimiento subvencionado por todos sean empleados (…) unos mecanismos de comunicación claros y accesibles[2]. Pretendo, con esta nueva entrada, apuntar algunos elementos acerca de la gestión del saber en sociedades democráticas.

Democracias complejas

La democracia, escribe el profesor Daniel Innerarity, presupone un saber accesible y compartido del que debe disponerse para participar en la deliberación y decisión pública[3]. Sin ese saber, la figura del/a ciudadano/a informado/a que es capaz de forjarse una opinión propia —y al mismo tiempo crítica— sobre los asuntos públicos que le afectan, deviene en una ilusión o un ideal inalcanzable. La pandemia derivada de la propagación de Covid-19 vino a confirmar lo que ya era evidente: asistimos a un mundo interconectado, sí, pero también inabarcable, profundamente complejo, con una agenda de problemas, dilemas y controversias que apenas resultan comprensibles para la gente. La producción y la consecuente negociación comercial y (geo)política de las vacunas son un ejemplo vivo de la complejidad e ininteligibilidad que dificultan el control efectivo del poder para hacer valer exigencias de manera fundada.

Derecho a saber

Los sistemas democráticos han demostrado ser eficaces en el diseño de soluciones para los problemas que ellos mismos plantean. Ante la aceleración de los procesos, la sobrecarga informativa y la extrañeza de los asuntos, han ganado protagonismo las reivindicaciones del derecho a saber. A partir de su carácter fundamental, esta invención jurídica se ha mostrado eficiente en algunos rincones y momentos de los sistemas políticos para acceder a la información pública relevante; para conocer lo que hacen los artefactos políticos en nombre de los ciudadanos/electores y; para formular los juicios que, según el criterio social, admiten reproche público. Efectivo hasta cierto punto, el núcleo del derecho a saber carece de pertinencia cuando los ciudadanos no consiguen comprender lo que está en juego, cuando reina la ininteligibilidad.

La capacidad de comprender

Que los ciudadanos no consigan comprender, no tanto el contenido, como sí la lógica de lo público, supera los límites de un déficit cognitivo individual. Estamos frente a un problema democrático y colectivo, continúa Innerarity, pues no hay democracia sin una opinión pública que entienda correctamente los procesos políticos[4]. No apelo aquí, de ninguna manera, por una ciudadanía experta, pero sí que tenga cierta competencia para procesar la naturaleza contingente de las decisiones políticas; que supere el umbral mínimo necesario para acceder, conocer y entender el entorno en que se desenvuelve.

La gestión de un saber accesible y compartido pasa irremediablemente por abordar el problema de la no información y de la no educación, que, en términos de Alain Touraine, es mucho más grave que la existencia de un exceso de información[5]. El exceso es operable si la capacidad de comprender, entroncada en la formación, permite un intercambio comunicativo razonable. Como piensa Adela Cortina, es el entendimiento mutuo entre los sujetos del habla el que debe dirigir la vida pública y también el quehacer científico, técnico y profesional[6]. Por ello, además de transparente, honesto, objetivo, el saber ha de cumplir unos mínimos de comprensión para facilitar la cognoscibilidad y la actividad humana. Y no es que el saber y el comprender constituyan garantía de corrección, pero creo que su búsqueda sí puede contribuir con el aprendizaje colectivo y la consecución de democracias inteligentes, reclamo que considero imprescindible.

Durante los últimos cuarenta años, se ha venido extendiendo un movimiento que procura, en sociedades democráticas, promover la claridad comunicativa del saber y del conocer como un derecho de la ciudadanía y un deber de los poderes públicos[7]. Necesitamos más discusión sobre la (in)capacidad de transmitir y gestionar el saber con sus problemas derivados, más que retórica superficial de académicos-emprendedores.

Referencias

  • [1] María Dolores Ordóñez. (3 de febrero de 2021). El conocimiento en la era de la sobreinformación. Observatorio Internacional IELAT. [Consultado el día 15 de febrero de 2021: https://observatorio.ielat.com/index.php/2021/02/03/el-conocimiento-en-la-era-de-la-sobreinformacion-maria-dolores-ordonez/]
  • [2] Estrella Montolío Durán. (17 de diciembre de 2018). Si no es comunicación clara, es mala comunicación. Revista Archiletras. [Consultado el día 15 de febrero de 2021: https://www.archiletras.com/firma/comunicacion-clara/]
  • [3] Daniel Innerarity. Una teoría de la democracia compleja. Barcelona: España, Galaxia Gutenberg, 2020.
  • [4] Daniel Innerarity. Una teoría de la democracia compleja. Barcelona: España, Galaxia Gutenberg, 2020.
  • [5] Raúl Magallón. Entrevista con Alain Touraine: Sociedad y globalidad. CIC Cuadernos de Información y Comunicación 2006, vol. 11, pp. (251-256)
  • [6][7] Adela Cortina. (3 de mayo de 2017). Lenguaje claro: de la cortesía del filósofo al derecho de los ciudadanos. Texto íntegro de la conferencia inaugural del XII Seminario Internacional de Lengua y Periodismo. [Consultado el día 16 de febrero de 2021: https://www.fundeu.es/noticia/lenguaje-claro-de-la-cortesia-del-filosofo-al-derecho-de-los-ciudadanos/]

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