Agustín Fontenla (*)
A principios de febrero de 2022, el expresidente de Argentina, Alberto Fernández, realizó una visita de Estado a la Federación Rusa. Durante su encuentro con el mandatario ruso, Vladímir Putin, el líder argentino afirmó que el país sudamericano podía convertirse en la puerta de entrada de Rusia a América Latina.
El gesto fue un símbolo de las posibilidades que se abrían para la nación eslava en su creciente expansión en esa parte del hemisferio. La Federación Rusa había logrado hasta entonces establecer diversos contactos con los países latinoamericanos, incluso con aquellos con los que no existía una afinidad ideológica manifiesta.
Un caso ejemplar fue el gobierno argentino de Mauricio Macri (2015-2019). A pesar de su alineamiento inicial con Estados Unidos y la Unión Europea, el nuevo mandatario supo construir un vínculo productivo con el presidente Putin, y profundizar la Alianza Estratégica Integral entre ambos países, impulsada por la expresidente Cristina Kirchner en el 2011.
No obstante, aquellas palabras de Alberto Fernández —que evidenciaron una falta de timing— cayeron en saco roto tan solo unas semanas después, cuando el Kremlin dio la orden de invadir militarmente Ucrania.
El conflicto, ya en su tercer año, afectó las posibilidades de la Federación Rusa para continuar el desarrollo de las relaciones bilaterales con los países latinoamericanos. Las reacciones de Washington y Bruselas condenando el ataque ruso, y las sanciones económicas y políticas impuestas en las semanas siguientes, afectaron el nivel de los contactos bilaterales con la región a pesar de las distancias y de la menor gravitación política de América Latina en la arena internacional.
El propio gobierno de Alberto Fernández debió maniobrar entre el posicionamiento de la vicepresidenta Kirchner, inclinada a evitar la condena, y el ministerio de Exteriores, que se expresó en línea con las cancillerías de las principales potencias occidentales.
El gobierno de Chile fue uno de los más críticos de la región con la avanza rusa en Ucrania. El presidente Gabriel Boric, cuya fuerza política se identifica con la socialdemocracia, afirmó durante la cumbre de la CELAC de julio de 2023, que Rusia había “violado el derecho internacional”, e instó al resto de países de América Latina a condenar la maniobra sin reparos.
México, por su parte, una de las principales naciones latinoamericanas, también gobernada por un líder de la izquierda regional, mantuvo un posicionamiento neutral con Rusia. El presidente, Andrés Manuel López Obrador, evitó condenar a Moscú, y se posicionó a favor del “diálogo y la paz”. Para la asunción de su sucesora, Claudia Sheinbaum, López Obrador invitó públicamente al mandatario ruso a participar de la ceremonia
De forma más concreta, el enfriamiento —con matices, según cada país— en los vínculos bilaterales entre América Latina y Rusia que sucedió a la guerra, puede verse expresado en las visitas que realizó el ministro de Exteriores ruso a la región durante los dos últimos años. En el 2023, el canciller Serguéi Lavrov realizó viajes oficiales a Brasil, Venezuela, Nicaragua y Cuba. A excepción de Brasil, tres naciones con las que el Kremlin mantiene una alineación ideológica, económica y militar desde que el presidente Putin lidera el país eslavo a principios de los 2000. El viaje a Brasil, en todo caso, exhibe el pragmatismo desarrollado por Moscú, pero también por Brasilia, que decidieron priorizar los lazos económicos a las diferencias políticas.
En el 2024, el ministro Lavrov emprendió una nueva gira que incluyó los mismos países, con la excepción de Nicaragua. Ni Argentina ni México —las dos principales naciones de América Latina junto a Brasil— formaron parte de la agenda del canciller de la Federación Rusa. Chile, por su parte, no alteró su discurso crítico sobre la acción bélica de Rusia en Ucrania.
La presidencia de Donald Trump en Estados Unidos promete darle un giro al conflicto entre Rusia y Ucrania. En los primeros días de febrero, el líder estadounidense dialogó telefónicamente con Vladímir Putin, y ambos acordaron un punto de partida para poner fin al conflicto. Ucrania y la Unión Europea querrán llevar su voz y voto a las futuras negociaciones de paz.
Si el conflicto logra encontrar un cauce que devuelva la calma a Europa, y las potencias occidentales retiran las sanciones políticas y económicas aplicadas contra Moscú, América Latina y Rusia entrarán en una nueva etapa bilateral. El escenario político regional, eso sí, presentará nuevos gobiernos y desafíos. La presidencia de Javier Milei en Argentina, el gobierno de Gustavo Petro en Colombia, y el regreso de Lula Da Silva a la presidencia de Brasil, por citar solo algunos.
En el Kremlin, por supuesto, estarán dispuestos a emprender el desafío. Desde que Putin asumió el liderazgo del país, las relaciones bilaterales entre Rusia y América Latina han crecido de forma exponencial.
(*) Investigador en formación del IELAT