El papel de las emociones para la lucha social de las trabajadoras de la hostelería en España
Por Julia Trellu
Las emociones ocupan un papel imprescindible en la vida laboral de los trabajadores. Los conceptos de emociones y de trabajo resultan estrechamente ligados, en particular en ciertas categorías profesionales. Es lo que nos enseña la investigadora estadunidense Arlie R. Hochschild, quien desarrolló las teorías sobre el “trabajo emocional” y las “cadenas internacionales del cuidado”.
Basándonos en unas entrevistas realizadas a camareras de pisos de hoteles en España, proponemos a continuación unas claves para comprender la articulación entre emociones, trabajo y lucha social.
Por una parte, el trabajo de camarera de pisos se puede acercar al “trabajo emocional”, ya que se caracteriza por un fuerte componente social y de servicio. Además, el sector de la limpieza se construye como una extensión del trabajo doméstico. Por otra parte, este empleo abarca una serie de características propias del neoliberalismo como por ejemplo: la flexibilización, la precarización y la externalización.
Este modelo económico-laboral desencadenó un deterioro general de las condiciones de trabajo en la hostelería, lo cual, a su vez, fomentó nuevos afectos y vulnerabilidades entre las trabajadoras.
La invisibilidad, así como los sentimientos de miedo, humillación y descalificación constituyen unos elementos fundamentales de este empleo.
Efectivamente, la situación de invisibilidad combinada a la precariedad del trabajo conduce a una gran vulnerabilidad. Las camareras de pisos, aún más cuando son migrantes, padecen de una vulnerabilidad multidimensional: por ser mujeres, por ser migrantes y por ser trabajadoras precarias. Teniendo en cuenta esta situación, el miedo se percibe entonces a partir de distintas perspectivas:
- Al ser mujeres, tienen miedo a que se les acose y explote
- Al ser migrantes, tienen miedo a que se les expulse del país
- Al ser trabajadoras precarias, sienten miedo por la sobreexplotación y la vulnerabilidad
De la misma manera, el deterioro de las condiciones laborales ha también aumentado las expresiones de emociones relativas a las patologías psicológicas como la depresión o el burnout.
En paralelo de este tipo de emociones, que podríamos cualificar esquemáticamente de “negativas”, las trabajadoras expresan también una serie de afectos “positivos”. Este fenómeno se observa particularmente en el caso de un compromiso asociativo por parte de las camareras.
Efectivamente, al ser en contacto con trabajadoras que tienen experiencias de vida/trabajo similares, con las que compartir su propia experiencia, se crea otra dinámica. Es el caso de la asociación española Las Kellys, que nos enseña la importancia de crear espacios de sororidad y de intercambio para las trabajadoras de la limpieza.
Inicialmente concebido como un espacio de intercambio, Las Kellys ha ampliado su campo de acción para convertirse en un espacio de militancia. Con ello, planteamos entonces que las emociones son un motor, ya que no solo las trabajadoras comparten sus emociones, sino que se pone en marcha un proceso para recobrar autoestima lo que, muy a menudo, se convierte en voluntad de fomentar una acción concreta para luchar por sus derechos laborales.
En este marco, una experiencia, unos afectos personales e íntimos pueden incluso convertirse en motor para reivindicar sus derechos laborales. A lo largo de sus acciones, las Kellys suelen relatar sus experiencias personales y, cruzando la frontera entre espacio íntimo y esfera pública, el relato se convierte en una herramienta para la lucha.
Las emociones negativas relativas al miedo, la ira, el sentimiento de injusticia son directamente vinculadas a las condiciones de trabajo y se van transformando mientras las trabajadoras empiezan a compartir experiencias y emociones. Las interacciones sociales, el hecho de compartir afectos fomenta una serie de afectos distintos y muy a menudo positivos.
Las mutaciones en el recorrido emocional de las trabajadoras constituyen sin duda un punto de partida para repensar la acción colectiva. Estos afectos compartidos entre las camareras de pisos despiertan la solidaridad y la voluntad de las trabajadoras de luchar para defender una mejora de las condiciones de trabajo, con el objetivo de alcanzar justicia social y trabajo decente.