Publicado en The Conversation.
España acaba de publicar el dato adelantado de crecimiento del IPC de octubre: un 5,5% en términos anuales. Desde junio de 2008, cuando fue del 5%, la inflación no había alcanzado cifras similares. Esta cifra, que parece romper una barrera psicológica, está muy alejada del objetivo del 2% de inflación (con seguimiento flexible cuando se observen desviaciones transitorias) fijado por el BCE para la Eurozona en julio de este año.
El problema con la inflación es que se enquiste en el sistema o que empiece a coger velocidad. Cuando los agentes económicos (hogares y empresas) empiezan a tener en cuenta la inflación para tomar sus decisiones e intentan cubrirse de sus costes, se pierde la estabilidad en los precios.
Una cifra preocupante
Parece que esta cifra empieza a preocupar a los agentes económicos: el temor a que las empresas trasladen a los precios de los productos finales el aumento en sus costes, los sindicatos que demandan mayores subidas salariales, los pensionistas que ven insuficiente la revalorización de sus pensiones o los inquilinos a los que le actualizarán los alquileres a partir de este dato.
El IPC y su crecimiento, o sea, la inflación, es conocida por el público. Y este público está observando con preocupación creciente su tendencia alcista: en febrero de este mismo año la inflación estaba en el 0%.
A las autoridades monetarias (las que se encargan de articular las políticas antiinflacionistas) y al Gobierno (que es el que maneja la política económica) lo que les preocupa – dicen – es la inflación tendencial, que refleja efectos permanentes en la economía. Es decir, la inflación que viene para quedarse. El INE ofrece una aproximación a este concepto a través del dato de la inflación subyacente, que excluye los precios de los productos energéticos y sin elaborar (más volátiles) y refleja mejor la situación de la estructura económica.
¿Qué nos está diciendo la inflación subyacente española de octubre? Primero, que sus valores son menores que la general (1,4% vs. 5,5% respectivamente). Pero también que en abril su valor era del 0%. Por tanto, la inflación no muestra una senda estable sino una tendencia al alza pero todavía con valores bajos.
Análisis de tendencias
La clave está en valorar si las tendencias observadas (tanto la de la inflación real como la de la subyacente) seguirán manteniéndose en el futuro. Para ello tenemos que analizar tres cuestiones:
- Si la perturbación que causa el aumento de precios seguirá vigente durante mucho más tiempo.
- Si existe la posibilidad de que el aumento en los precios de los inputs (recursos utilizados en la producción) se acaben trasladando al consumo (lo que tendría su reflejo en el IPC de los próximos meses).
- Si se generarán espirales inflacionistas, la verdadera madre del cordero.
El causante de las subidas
Empezando por la primera cuestión, y atendiendo a los movimientos en los mercados internacionales de la energía, no parece que los precios vayan a corregir sus niveles a corto plazo, dado el desequilibrio existente entre la demanda y la oferta mundial. Además, viene el invierno en el hemisferio norte, mala época para reducir el consumo.
Es necesario tener en cuenta que si el shock de los precios de la energía es persistente, las empresas – todas, pero especialmente las de consumo energético más intensivo – intentarán trasladar a sus precios el aumento en los costes.
Suben los precios industriales
Uno de los predictores del crecimiento en los precios del consumo es el crecimiento en los precios industriales. Si es preocupante el 5,5% del IPC, el IPRI (Índice de Precios Industriales, que también elabora el INE) lo es más. Su tendencia alcista parece la silueta del Everest: en abril de 2020, en plena pandemia, los precios industriales mostraban una tasa anual negativa del -8,4%. En enero de este año alcanzó valores positivos, con un crecimiento del 1%, y desde ahí ha seguido una escala ascendente hasta el 23,6% de septiembre, la tasa más alta desde 1977.
Las empresas no solo se están enfrentando al encarecimiento de los precios de la energía, sino también el del transporte u otros productos básicos para la industria, como los semiconductores, que están comprometiendo incluso algunas cadenas de producción. Por tanto, el impacto en los costes empujan a la inflación a través de los mercados mayoristas pero ¿se trasladarán estas subidas a los consumidores finales?
Pues depende de cómo reaccione la demanda. ¿Cómo está la demanda agregada en estos momentos? Ahora hay mucha demanda embalsada por la covid-19 que se está movilizando con la vuelta a la normalidad, como el ahorro de los hogares, y que puede acelerarse si existen expectativas sobre futuras subidas de precios pues el consumidor adelantará el gasto.
En algunos sectores muy castigados por la pandemia, como el turismo, los resultados del verano han sido mejores de lo previsto pese a la menor presencia de turistas extranjeros. Aunque lejos todavía de los niveles de 2019, son prueba de una mayor alegría en el consumo.
A la demanda de los hogares hay que sumar el gasto público, que crecerá en todas las economías, incluida la española. Los fondos europeos o los previstos para EE.UU. alcanzarán su velocidad de crucero en 2022. Y esto también hecha leña a la caldera inflacionista.
Espirales inflacionistas
Y, finalmente, pero no por ello menos importante, están las espirales inflacionistas, de oferta, de demanda o de ambas que, como el oxígeno, avivan el fuego de la inflación.
Estas espirales no son más que el resultado del intento de determinados agentes económicos de protegerse de las pérdidas causadas por la inflación. La subida de los costes de producción se trasladará al mercado más fácilmente si no hay competencia (por ejemplo, en los servicios) o la demanda aguanta: el café de todos los días, el transporte público o privado, la peluquería, además de la factura de la luz que ya parece tener vida propia.
Que no se reduzca el consumo significativamente no implica que estos encarecimientos del coste de la vida no hagan que se demanden mejoras salariales para compensar la pérdida de poder adquisitivo, o mejoras en las pensiones, o mayores ayudas, etcétera. Estas subidas, de producirse, alimentarían de nuevo la inflación, a través de los salarios y el gasto público, aumentando los costes, y así…
Nubes de tormenta trae la inflación y se puede desencadenar una tormenta perfecta si tanto la oferta como la demanda alimentan este proceso, manteniendo esta preocupante escalada. Porque, además, está el diferencial de inflación con el resto de los países de la eurozona. Desde marzo de este año los precios en España han crecido por encima del resto y esto no es más que una pérdida de competitividad que se va acumulando y afecta, sobre todo, a los sectores más expuestos a la competencia internacional. Pérdida que tarde o temprano, se trasladará al sector real de la economía: la recuperación del crecimiento y del empleo. Palabras mayores.