Historiador por la UAH y máster en Economía y Negocios de China e India (IELAT/UAH).
Los orígenes de esta relación hunden sus raíces en la leyenda. Algunos autores mantienen que el monje budista Hui Shen y otros cuatro monjes llegaron al continente americano (identificado como Fusang) a finales del siglo V d.C., y que posteriormente se produjeron algunos contactos esporádicos. Otros, como Gavin Menzies, apuntan a que Zheng He, explorador y almirante de la dinastía Ming, llegó a América en 1421, setenta años antes que Cristóbal Colón. No sería hasta el siglo XVI cuando se intensifiquen los contactos regulares basados en relaciones de índole comercial, teniendo como protagonista una ruta marítima conocida como Galeón de Manila (conectaba Filipinas con América, territorios de la monarquía hispánica por aquel entonces, y desde el continente americano con Europa). Desde dicho siglo, y de forma evidente en el siglo XIX con la necesidad de mano de obra barata y tras la proclamación de las nuevas repúblicas americanas, la diáspora china comenzó a tener un papel relevante, favoreciendo el establecimiento de relaciones diplomáticas entre algunas repúblicas y China.
La fundación de la República Popular China tuvo lugar el 1 de octubre de 1949, cuatro años después de finalizar la II Guerra Mundial y en plena Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. El hecho de surgir como un Estado comunista fue determinante para entender el escaso impacto que produjo en América Latina, región de influencia de Estados Unidos. Washington presionó a las naciones latinoamericanas, como en el caso de Ecuador, para mantener el reconocimiento diplomático sobre la República de China (Taiwán), aliado estadounidense. Únicamente podemos destacar dos casos que rompieron las presiones estadounidenses: Cuba, que tras la llegada al poder de Fidel Castro reconoció a la República Popular China, y Chile, que fue la primera república en mantener relaciones comerciales en 1952.
Documento sobre la Política de China hacia América Latina y el Caribe
Para conocer la visión china de la región es necesario recurrir al Documento sobre la Política de China hacia América Latina y el Caribe, que supone una suerte de libro blanco en la que China muestra su predisposición a realizar una cooperación en distintas áreas con América Latina y el Caribe. Se trata de una declaración de intenciones que sirve como introducción al desarrollo de una línea de actuaciones entre las partes.
Este documento es presentado en los comienzos de la grave crisis económica internacional de 2008, una época turbulenta y de grandes cambios que afectó a los ciudadanos y a las economías nacionales de multitud de países de todo el mundo. Destaca por ser un texto redactado para mostrar el interés de Pekín en una región tradicionalmente secundaria de su política exterior. Desde la fundación de la República Popular China, el continente americano nunca ha sido una prioridad, y el hecho de publicar el documento trata de revertir dicha situación, poniendo en valor el potencial de la cooperación (en base a los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica) al ser todos los actores en escena países en vías de desarrollo. Además, China vuelve a dejar claro que la condición básica e innegociable para el establecimiento de relaciones con otros países es la adhesión al principio de una sola China. De este modo se reconoce al gobierno de Pekín como única autoridad legítima, rechazando a Taiwán como actor político independiente.
Podemos destacar como pilares del documento la oferta china de una relación bilateral en la que exista un beneficio recíproco para las partes, el apoyo chino a reforzar la presencia de los países de América Latina y el Caribe en los asuntos comerciales y financieros internacionales y las relaciones de igual a igual al considerarse países en vías de desarrollo que deben progresar prestando atención a las experiencias compartidas y el respeto mutuo, respetando la soberanía de cada Estado. Con estos puntos China muestra su voluntad de establecer relaciones basadas en la confianza y el respeto mutuo, despejando cualquier temor que pudiera surgir en América Latina y el Caribe con respecto a las intenciones de Pekín.
El texto en cuestión, es una presentación fantástica por parte de Pekín en clara oposición al papel de Estados Unidos en la región, marcado por la Doctrina Monroe. Es decir, por las injerencias en los asuntos internos de las repúblicas americanas y las relaciones desiguales.
En 2016 las autoridades chinas publicaron un nuevo Documento sobre la Política de China hacia América Latina y el Caribe. Se trata de un texto que supone un complemento al anterior, enriqueciendo su contenido y las áreas en las que se busca mejorar la cooperación, así como una muestra del buen desarrollo de las relaciones y la implementación de nuevos programas que inciden en esta premisa.
Las principales diferencias entre los documentos de 2008 y 2016 residen en los aspectos comerciales y en lo relativo a las inversiones. En lo que respecta al comercio es importante destacar que mientras en el documento de 2008 existe una declaración de intenciones sin concretar más allá de valorar la suscripción de tratados de libre comercio, en 2016 se hace referencia al nuevo marco de cooperación “1+3+6” (“tomar como guía el Plan de Cooperación China – los Estados Latinoamericanos y Caribeños 2015-2019; como fuerza propulsora, el comercio, la inversión y cooperación financiera; y como puntos clave de cooperación, la energía y recursos, obras de infraestructura, agricultura, manufactura, innovación científico-técnica y tecnología informática”) como propuesta específica, así como la inclusión de la cooperación tripartita, en los que Pekín anima a sus empresas a participar junta a las de otras regiones en esta nueva colaboración en áreas como la económica, la social o la cultural.
A nivel económico, y en relación con este punto del documento, considero relevante hacer un inciso para reflejar que la inserción de América Latina en el modelo productivo-exportador chino se produce en el momento en el que aumenta de forma considerable la demanda de materias primas por parte de Pekín, siendo insuficientes las reservas que se encuentran en su territorio. América Latina se encuentra vinculada a la economía china en calidad de exportadora de materias primas.
Sobre las inversiones, es preciso hacer referencia a la inclusión en 2016 de la cooperación ganar-ganar en referencia a las empresas, así como el papel protagónico que se entrega a las empresas en estas relaciones, destacando el acoplamiento de la capacidad productiva de calidad y los equipamientos aventajados que posee China con las necesidades de los países americanos para que de este modo puedan mejorar su desarrollo. Analizando las cifras que aportan los datos estadísticos del gigante asiático, el subcontinente americano se ha convertido en el segundo beneficiario de su inversión extranjera directa, a una distancia considerable del primer beneficiario: los países asiáticos.
El papel de Estados Unidos
Centrándonos en la postura de Washington ante lo anteriormente descrito, debemos tener en cuenta que Estados Unidos considera al subcontinente americano como su patio trasero, por lo que cualquier interferencia que suponga un perjuicio para sus intereses será vista como una amenaza. La creciente presencia China en América Latina supone una preocupación y una amenaza para Washington, ya no solo a nivel económico, sino político. En la situación geopolítica actual se está produciendo la colisión de dos órdenes; por un lado el unipolar, defendido por Estados Unidos, en el que se sitúa como potencia hegemónica, y por otro el orden multipolar, en el que países como China y Rusia mantienen que deben existir equilibrios de poder para evitar que una potencia hegemónica interfiera a su voluntad en los asuntos internos de terceros.
Ante el avance chino, Estados Unidos está haciendo parte del conflicto abierto entre Pekín y Taipéi con el objetivo de frenar su presencia en la región. China, como he comentado al comienzo del texto, únicamente mantiene relaciones diplomáticas con aquellos que asuman el principio de una sola China, y América Latina se había situado como la región con más países que reconocen a Taiwán. Actualmente, y tras el avance diplomático de Pekín en 2018 (Panamá, República Dominicana y El Salvador), quedan nueve países que reconocen a Taipéi (Belice, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Haití, Paraguay, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía y San Vicente y las Granadinas), lo que provocó un aumento estadounidense de las presiones a estos países, amenazando con consecuencias económicas si se establecen relaciones con Pekín. América Latina se ha convertido, por tanto, en un tablero de ajedrez por la hegemonía regional para Washington y Pekín.
La visión china se podría resumir en las siguientes palabras que pronunció Xi Jinping en noviembre de 2019: “queremos promover una relación de confianza mutua, una relación para el desarrollo común, junto con toda Latinoamérica y el Caribe”. Una relación, al fin y al cabo, “de beneficios para todos”.