Entre piedras, vértigo y barro: escalar hacia la democracia boliviana — Lucía Z. Serrano Rocabado

Universidad Católica Boliviana San Pablo.

En Bolivia, como es de conocimiento en todo el ámbito internacional a raíz de las pasadas elecciones presidenciales de octubre del 2019, explotó una crisis democrática, generada  por un proceso electoral contrario tanto a la constitución política del Estado como a la decisión legal y legítima del pueblo boliviano expresada con anterioridad en un referéndum. Este ejercicio electoral trajo consigo incontables irregularidades y en un primer momento despertó la conciencia de la población boliviana, para defender su derecho al voto y la aplicación plena de un sistema democrático.

El pueblo boliviano, independientemente a sus colores políticos, salió a las calles para defender ideales, reclamar por el cumplimiento de derechos y destapar responsabilidades de los órganos del Estado. En ese contexto se fusionaron personajes políticos, partidos políticos, los denominados “pititias”, movimientos indígenas, cocaleros, un grupo denominado “La Resistencia Juvenil Cochala”, también una parte de población afín al gobierno de Morales y, de igual modo, otro grupo de bolivianos que más allá de las líneas políticas muy ardidas y eufóricamente enceguecidas, pretendía analizar el plano social, político y cultural de una forma apartidista, pero crítica. Esa miscelánea en la población engendró una red de contradicciones decepcionantes, que en el presente obstaculizan un camino limpio, claro y libre que Bolivia a gritos clama desde el incumplimiento a la Constitución Política del Estado en 2016 (fecha del referéndum anteriormente mencionado) hasta la fecha.

El protagonismo del Tribunal Constitucional Plurinacional, las decisiones y resoluciones judiciales que se enmarcaron como precedentes para la re-re postulación presidencial contraria a la norma magna o las interpretaciones de la jurisprudencia del SIDH[1], de entender la postulación como un “derecho humano”, plantean un tejido de malentendidos o estrategias que desembocan en este sinuoso camino democrático.

Hablar de democracia y hacer efectivos los derechos de todos los bolivianos, resulta surreal o tal vez “eficiente” para algunos. Los principios, ideales y líneas de derecho que en un principio encendían e ilusionaban a la población, ahora parecen tener otro matiz y desenmascararse ante una realidad cruda, rodeada de intereses políticos y por ende económicos, pero no así legítimos y dejan en gran interrogante su constitucionalidad. Las candidaturas presidenciales son numerosas, las críticas al anterior gobierno que en un momento unieron y direccionaron las revoluciones en las calles bolivianas ahora parecen camuflarse con otras personas, objetivos que hábilmente enmascaran la angurria de poder en diferentes rostros y con un modos operandi alternativo y diversificado.

El Estado plurinacional es la manifestación escrita legal que determina un sueño boliviano: inclusión, aceptación e integración de la multiculturalidad plasmada en lo jurídico, en los usos y costumbres de las diferentes nacionalidades. Este anhelo es el resultado ancestral del abuso, explotación y dolor engendrado en la era colonial, que a través del tiempo victimizan y subestiman al indígena,  desde diferentes ramas, con diferentes miradas pero las mismas parten de las raíces de la discriminación, el odio y la poca tolerancia que marcan diferencias abismales. Cabe señalar, que algunas de estas ramas durante los múltiples gobiernos  fueron sutilmente maquilladas y fácilmente proponían un reconocimiento de derechos de los pueblos indígenas encerrado en una burbuja falsa, donde se pisaban realidades ajenas, que a primera vista simulaban ser legítimas. Sin embargo con el corte de estas nuevas heridas, en esta crisis democrática se observa que las mencionadas seguían presentes y las cicatrices ni con el tiempo ni con las autoridades sanan.

Las cicatrices del pueblo boliviano se entrelazan con la protección de derechos humanos que deben hilvanarse. La consecuencia de un Estado poco garantista más allá de reflejarse en las sentencias de altos tribunales y modos de reparación, se funda en la dinámica (población –territorio – poder) latente en la cotidianeidad y cuán eficaz, justa y válida resulta ser la responsabilidad Estatal.

Las piedras y barro que ensucian la potestad del Estado, se manifiestan directamente en las victimas. Eso fue vivido en los últimos meses críticos. En momentos de inestabilidad social, política y económica directamente se acudió al uso de la fuerza (intervenciones policiales y militares) donde lamentablemente solo se protegieron a algunos en desmedro de otros, poniendo en riesgo vidas humanas. Se alteró la esencia de derechos humanos y de ser un Estado garantista de la democracia de su pueblo. Es decir, aquellos derechos que líricamente antes, ahora y en un futuro se pretenden defender y hacerlos efectivos.

Debido a los crecientes casos de aumento de violencia y vulneración a los derechos humanos, tanto la CIDH[2] y ACNUDH[3] se han manifestado de distintos modos para analizar minuciosamente la situación de las víctimas en Bolivia. Es un desafío tanto para el Estado como para los sistemas de protección el precautelar de una manera justa e imparcial por la integridad de las personas y el garantizar un plano de derechos dejando de lado simpatía o rechazo por el color político.

La transición en la que se halla Bolivia, requiere de un cambio nacido en la mentalidad de la población, por ende en los órganos y la administración del Estado. No existieron héroes que construyeron un proceso de cambio, ni caudillos o líderes pasajeros que se apropian de la fuerza del pueblo aprovechando las circunstancias. La sociedad es la que construye puentes y, ante esta bandeja electoral tan incierta que pronostica la misma historia boliviana de la democracia, es la que debe dejar de sentir vértigo y abrir una conciencia que vaya de la mano idealista de la defensa de los derechos humanos y de concretizar los usos y costumbres bolivianas en los pilares de un Estado plurinacional: suma qamaña[4], ñandereko[5], teko kavi[6], entre otros.

La soberanía reside en el pueblo boliviano, se ejerce de forma directa y delegada. (BOLIVIA.CPE, 2009: Art 7). Más que una escalada pedregosa y embarrada, la democracia es una realidad viva anhelada en el presente por Bolivia.

[1] Sistema Interamericano de Derechos Humanos.

[2] Comisión Interamericana de Derechos Humanos.[/efn_note] y ACNUDH

[3] Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

[4] Principio ético, de la sociedad plural, considerado por la Constitución Política del Estado Boliviano que proviene del idioma quecha, significa: Vivir bien.

[5] Principio ético, de la sociedad plural, considerado por la Constitución Política del Estado Boliviano que proviene del idioma guaraní, significa: Vida armoniosa.

[6] Principio ético, de la sociedad plural, considerado por la Constitución Política del Estado Boliviano que proviene del idioma guaraní, significa: Vida buena.

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