Candidato a Doctor en Economía. Universidad de Massachusetts, Amherst.
Esta generación tiene la responsabilidad de dar soluciones concretas a uno de los problemas más grandes que ha venido cargando el mundo: el cambio climático. Los gases de efecto invernadero son la causa central del calentamiento global y de la crisis climática que experimentamos de diferentes formas hoy en día. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) es contundente sobre el tema: consecuencias irreversibles para la diversidad ecológica de la Tierra y la sobrevivencia humana dependen de que el planeta no sobrepase aumentos de temperatura global de 1.5 °C con respecto a niveles de la era preindustrial.
El Foro Económico Mundial este año ha identificado, una vez más, que los riesgos causados por el cambio climático deben ser prioridad en las agendas estratégicas mundiales. Los riesgos económicos causados por el cambio climático son incluso superiores que los causados por crisis fiscales, fallas sistémicas del sistema financiero o por enfermedades infecciosas[1] (v.g. coronavirus).
A pesar de todos los reportes científicos de primera calidad sobre cambio climático y los impactos en la salud pública[2], así como también los llamados de atención de agencias internacionales sobre las consecuencias de una inacción mundial, aún no estamos en camino de dar solución al cambio climático. Las proyecciones Business as Usual muestran que para mitad de este siglo el mundo no va a poder acumular esfuerzos coordinados para derrotar el cambio climático. ¡Debemos hacer más!
Desde el punto de vista económico, acciones no coordinadas entre países para mitigar el cambio climático traen dos consecuencias nefastas: pérdida de crecimiento económico y aumento de la desigualdad. El Fondo Monetario Internacional estima que aumentos de la temperatura global en 1.0 °C puede ocasionar crecimientos económicos per cápita de orden cero y hasta negativos[3]. En la medida que un escenario de no mitigación persista, a finales de siglo las pérdidas de crecimiento económico se agravarían. Lo anterior es un elemento indeseable para países en vía de desarrollo, por lo que las consecuencias del cambio climático se ven reflejadas en mayor medida en zonas donde existen comunidades pobres[4].
Identificado el problema y sus consecuencias económicas, me gustaría hablar sobre sus causas. De todas las emisiones de efecto invernadero, el 80% son producto de emisiones de CO2, las cuales se producen como resultado de la utilización de combustibles fósiles. A nivel mundial, la mayoría de las emisiones de CO2 se producen en el sector de producción de electricidad (~40% del total) como producto de la generación de energía eléctrica con plantas de carbón, combustibles líquidos como el diesel y/o gas natural. El segundo sector con más producción de CO2 a nivel mundial es el sector de transporte (~20% del total) como resultado de usar combustibles fósiles en nuestros coches y/o en el transporte público. En países como España las emisiones del sector transporte y electricidad compiten en la producción de CO2 (~30% del total cada uno). Entonces existen sectores más intensivos que otros en la producción de CO2, lo cual puede ser clave para mitigar el cambio climático. Discutiré sobre esto más abajo.
Antes de empezar a hablar sobre políticas económicas para la mitigación del cambio climático, se hace necesario preguntar ¿Cuánto cuesta mitigar el problema del cambio climático? Vamos al grano: las inversiones necesarias para alcanzar una estabilización climática y empezar a mitigar el calentamiento global están entre 1,5% y 2% del Producto Interior Bruto, PIB, mundial[5]. Esto es, estamos hablando entre $1,3 y $1,75 billones de dólares.
¿En qué se deben invertir estos recursos para revertir las consecuencias del cambio climático? Aquí la literatura especializada es diversa, pero de nuevo me gustaría ir directo. Desde mi experiencia como asesor de regulación de política energética e investigador en estos temas, puedo decir que inversiones en fuentes de energías limpias, como plantas eólicas, solares, geotérmicas y/o hidráulicas; y sumando inversiones en eficiencia energética, son capaces de empezar una mitigación seria con relación a las consecuencias del cambio climático. Las plantas nucleares y generación con gas natural también pueden declinar las emisiones de CO2 (tal y como se ha visto en el pasado), pero constituyen fuentes riesgosas de generación de energía que en el mediano y largo plazo son secundarias en un plan de estabilización climática. Prueba de esto, las inversiones y financiamiento público/privado se han movido en la dirección fuentes de energías renovables y eficiencia energética.
En el 2018, las inversiones en fuentes de energía renovable y eficiencia energética fueron más de $550 mil millones de dólares, de acuerdo con la agencia internacional de energía (IEA). Esta cifra es aún inferior a lo que se necesita para mitigar el cambio climático ($1,3 y $1,75 billones de dólares). Sin embargo, las inversiones en el sector de energía van en la dirección correcta toda vez que las inversiones en el sector de electricidad en los últimos años han sido superiores a las inversiones en el sector petróleo y gas (fuente IEA). En otras palabras, el mundo esta avanzando a pasos cortos (en la dirección correcta), pero no en la magnitud que debería estarse dando.
El mercado es hoy en día un aliado de los planes de crecimiento verde por dos razones. La primera, es que muchas de las plantas convencionales que presentan riesgos en un plan de estabilización climática, como plantas de carbón y nucleares, hoy en día no son factibles económicamente en su instalación y sus fuentes de financiamiento internacionales son limitadas y/o altas tasas de interés. Segundo, los costos de instalación de plantas de energía solar y eólica han bajado mas de 80% y 70%, respectivamente desde 2009. En otras palabras, es más barato hoy en día expandir el sistema principalmente con energías renovables. Sin embargo, sabemos que los mercados tienen limitaciones y fallas que se deben ayudar a corregir con políticas económicas públicas.
Una de estas políticas económicas públicas son las políticas industriales. Las políticas industriales nacen de la necesidad de explicar los resultados de la economía por las dinámicas de la generación de riqueza por empleo y capital, y también por el estímulo de sectores económicos que permitan ampliar la base de generación de riqueza. Ante la necesidad de una transición energética para enfrentar el riesgo del cambio climático, las políticas industriales verdes están ganando terreno como complemento en los avances del mercado en esta dirección.
Los detractores de este tipo de políticas han argumentado que el seguimiento de objetivos ambientales conlleva a disminuir el crecimiento económico. La evidencia indica que por ejemplo los países miembros de la OCDE (considerados países desarrollados) han podido crecer económicamente mientras han disminuido las emisiones de CO2 (Figura 1a). El caso España es particularmente interesante toda vez que en los últimos años han podido disminuir las emisiones y crecer económicamente el mismo tiempo (Figura 1b). Sin embargo, el mundo y países en vía de desarrollo como Colombia (Figuras 1c y 1d), aún persiste una brecha positiva entre crecimiento de emisiones y crecimiento económico. Una combinación de políticas industriales verdes, bajo mecanismos de mercado, podrían ser eficaces en mitigación del cambio climático y crecimiento económico.
Durante la crisis económica mundial 2007-2008, distintos estímulos fiscales y monetarios tuvieron lugar para su recuperación. El crecimiento verde ocupó un renglón dentro de estos estímulos, y fueron conocidos como el Global Green New Deal. Por ejemplo, Estados Unidos invirtió el 11,5% del estímulo total en crecimiento verde, China destinó 37,8%, Alemania 13,2% y Corea del Sur 80,5%. Estos estímulos tuvieron una duración mientras la crisis. Actualmente, el mundo podría estar enfrentando otros choques económicos, por lo que las políticas industriales verdes servirían de nuevo como receta. Sin embargo, esta vez pueda que se necesite un estímulo mejorado y de largo plazo porque el tiempo se agota para dar solución al cambio climático.
Figura 1. Índice de crecimiento económico y emisiones de CO2
[1] http://www3.weforum.org/docs/WEF_Global_Risk_Report_2020.pdf
[2] https://www.who.int/globalchange/publications/quantitative-risk-assessment/en/
[3] https://www.imf.org/en/Publications/WEO/Issues/2017/09/19/world-economic-outlook-october-2017
[4] Boyce, James et. al., 2016. Measuring Environmental Inequality. Ecological Economics.
[5] Pollin, Robert, 2015. Greening the Global Economy. The MIT Press.