En los últimos días todos los medios de comunicación se han inundado de noticias referentes a la contingencia sanitaria derivada del virus COVID-19, que pertenece a la familia de los virus que afectan el sistema respiratorio de manera grave. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha informado que el porcentaje de mortalidad, producto de la afectación, es del 0.7% fuera de China[1].
La alerta sanitaria no solo ha afectado al sector salud a nivel mundial, si no que las repercusiones sociales, políticas y económicas ya son evidentes dentro del primer trimestre del año, pese a que el número de personas infectadas, al 2 de marzo de 2020, se distribuye en 68 países de los 195 reconocidos por la Organización de las Naciones Unidas[2].
Uno de los sectores que se ha visto golpeado por esta contingencia es el turismo, un fenómeno que analizado desde la perspectiva económica generó un consumo mundial en el 2019 de 5.912.000 millones de dólares, y contribuyó al Producto Interno Bruto mundial en 2.849.000 millones de dólares. Así mismo, los números que nos arroja el turismo no solo se concentran en la derrama económica, también es visible el número de personas que se desplazan a nivel mundial por esta actividad y que se incrementa año con año en una media del 5%[3].
Se estima que han sido cancelados uno de cada cinco vuelos, y que se han anulado millones de reservas en los hoteles a nivel mundial. El museo del Louvre no abrió sus puertas el 1 de marzo, pese a ser uno de los grandes atractivos turísticos de la capital francesa. Una decisión que se tomó con pesar, ya que el país galo ha vivido un retroceso significativo en la afluencia de turistas en los últimos meses, consecuencia del incendio y cierre de la catedral de Notre Dame.
Otro golpe que ha recibido el turismo es la cancelación de la mayor feria turística del mundo (organizada por primera vez hace 54 años), la ITB de Berlín, en la cual estaba prevista la participación de 10 mil empresas expositoras provenientes de 180 países, quienes promocionaban distintos destinos turísticos en todo lo largo del mundo, dando a conocer: paisajes, actividades recreativas y de ocio, casos de éxito, hoteles, gastronomía y líneas áreas.
Para el caso de América Latina el panorama no es tan distinto. La negación en el arribo a cruceros en el mar Caribe, así como la confirmación de personas infectadas provenientes del extranjero han dejado al turismo en un limbo que cuestiona los protocolos de seguridad y de higiene en los países americanos.
Parece sencillo poder cerrar las fronteras y mantener de manera hermética los países, buscar frenar la propagación de infectados con el afán de salvaguardar y de mitigar las caídas económicas que están marcando estos tres primeros meses del año, un año que se había augurado de estabilidad general. Sin embargo, los países han puesto en manos del turismo una fuerte cantidad de ingresos, a tal grado, que un país como China depende en un 11% de esta actividad
No es la primera contingencia sanitaria a la que se enfrenta el turismo moderno, ya que, en el año 2009, la influenza H1N1 frenó la actividad económica de manera mundial, afectando principalmente a uno de los países que también ha buscado en el turismo un sostén de su economía: México.
México es un país que se posiciona en el lugar número seis dentro del top ten mundial del turismo, y en el primer lugar del top ten de América Latina, recibiendo poco más de 41.5 millones de turistas en el 2019 y dependiendo del turismo en un 8.7%[4]. Así, el país azteca vivió un detrimento en la llegada de turistas del 9% en el periodo del 2009 y 2010, años en el que se enfrentó a la crisis de la influenza H1N1. En el caso de la derrama económica, la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo, señaló que los cines y los teatros tuvieron pérdidas del 100%; los billares y los centros deportivos tuvieron pérdidas del 90%; las aerolíneas tuvieron pérdidas del 85%; los restaurantes, los museos, los hoteles, las agencias de viaje, los centros nocturnos, los bares y las cantinas tuvieron pérdidas del 80%; los transportes turísticos y los balnearios tuvieron pérdidas del 45% y 35% respectivamente[5].
Si la influenza H1N1 marcó una pauta considerable para el turismo hace diez años, ¿por qué no se diseñaron protocolos o alternativas para que el turismo haga frente a las contingencias sanitarias? Una pregunta que se ha posicionado en la mente de las personas, y principalmente de los empresarios, ya que la contingencia, producto de la influenza, solamente se polarizo en ciertos puntos del globo terráqueo, donde el turismo tuvo cierto declive, pero no abarcó todo el planeta. Siendo todo lo contrario en la contingencia del coronavirus, ya que todo el sector turístico esta siendo frenado y la histeria colectiva con la llegada de viajeros ha desdibujado el panorama real de una escases de iniciativas y una incertidumbre económica que da pie a la ineficacia gubernamental y del sistema de salud de cada país.
El panorama del turismo para el 2020 es bastante complejo. Justo este año se tiene aún contemplada la realización de los Juegos Olímpicos en Japón, un suceso deportivo al que se le invirtió 28.000 millones de dólares para la construcción y adecuación de las sedes y espacios destinados para las actividades. Así mismo, se contempla la llegada de 33 millones de personas para participar en el turismo deportivo en el país nipón.
Cifras y más cifras dan punto a una realidad que ha sido llamada la Pandemia de la zona rica, polarizando las opiniones de personas que han hecho hincapié en las enfermedades que se viven en África y que no han sido enfrentadas. El continente africano es el lugar donde más muertes se presentan producto de enfermedades tales como el cólera y la malaria. A su vez, es uno de los continentes donde el turismo ha tenido un mayor crecimiento, calculándose en un 5.6% solo en el 2018. La derrama económica se observó creciente en Etiopía en un 48.6%[6] y aún inestable en Egipto, país que depende en un 90% del turismo arqueológico. Si concretamos, los países africanos se han vuelto destinos turísticos emergentes y destinos turísticos consolidados. Sin embargo, la falta de planificación y gestión adecuadas visibiliza la realidad de una repartición económica inequitativa entre las empresas trasnacionales y las comunidades, donde los recursos ni siquiera son destinados para resolver problemáticas sociales reales, como lo es la hambruna.
Países como España y Argentina han tomado, por lo menos en papel, iniciativas que contemplan planes de contingencia sanitaria que involucran al turismo. España tiene trazados los ejes de función para el llamado turismo sanitario, en donde se enmarcan las funciones para la asistencia sanitaria prestada a extranjeros[7]. En Argentina se cuenta con un plan que refuerza la contingencia de la salud pública, en el caso específico del Ébola y contempla a los turistas[8].
Hablar de los problemas sanitarios es un tema complicado. No existe sector que esté libre de resentir los impactos y las repercusiones que se produzcan como resultado de la contingencia sanitaria. Finalmente, es imprescindible hablar de las consecuencias socioculturales que son visibles tras el riesgo sanitario del coronavirus, en donde los estudiosos del turismo aún no terminan de entrar, ya que es inevitable cuantificar el deterioro del sector en cifras monetarias y olvidar de apoco el sentir de las percepciones locales. Definitivamente, ese es otro gran tema.
[1] FORBES, 2020.
[2] Orús, A. Países afectados por el coronavirus de Wuhan según los casos confirmados 2020. Publicado el 2 marzo 2020 en: https://es.statista.com
[3] WTTC, 2019; Statista, 2019; OMT 2018.
[4] OMT, 2019; INEGI, 2019.
[5] WRadio, 2009; DATATUR, 2016.
[6] La vanguardia, 2019; Es global, 2017.
[7] CODEM, 2010.
[8] Ministerio de Salud de la Nacion, 2014.