El actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pasa por un momento muy delicado de su gobierno, puesto que en 2020 hay unas nuevas elecciones presidenciales en el país. Desde ya, se presenta una lógica de movilización política que está directamente conectada con las esferas interna y externa de la administración, lo que se hace visible en los rumbos de sus relaciones en el plano internacional.
Se puede observar en acontecimientos recientes que la política exterior de Trump ha sido confrontada directamente, principalmente por parte de sus enemigos, pero también por parte de sus aliados. En el primer caso, por ejemplo, la situación con Irán llegó a un punto demasiado delicado con las últimas advertencias hechas por EE.UU. Según el ejército estadounidense, las tropas de EE.UU. en Irak están amenazadas por fuerzas soportadas por Irán, pero esa información ha sido negada por Irán y Reino Unido, este último aliado de Estados Unidos. Es más, en 2018, la decisión de Trump de salir del acuerdo nuclear de 2015 y reactivar las sanciones sobre Irán llevaron a que el país islámico anunciara la reducción de su compromiso con dicho acuerdo.
Como resultado del aumento de la tensión entre Irán y Estados Unidos, la actual ministra de Defensa de España decidió retirar temporalmente la fragata española Méndez Núñez de la flota liderada por el portaaviones USS Abraham Lincoln. Ese grupo de combate realiza ocasionalmente ejercicios programados, con vistas a mejorar su operatividad, pero por los últimos acontecimientos se dirige al estrecho de Ormuz para adentrar el golfo Pérsico y, así, aumentar la presión sobre Teherán. El objetivo es que la flota española se reintegre al grupo una vez que este siga con la ruta regular del programa previsto.
La situación con Corea del Norte, a pesar de las dos recientes citas inéditas de Trump y Kim Jong-un, también sigue desgastada. La intención de EE.UU. en desnuclearizar la península coreana ha sido directamente confrontada por Pyongyang, que ha realizado diferentes pruebas de mísiles y proyectiles en un intervalo de cinco días (04/05/19 y 09/05/19). Súmese a eso el apresamiento de un buque de carga norcoreano por parte de Washington, lo que fue justificado por las sanciones internacionales vigentes que tienen como objetivo obligar al fin del programa nuclear de Corea del Norte, las cuales fueran impuestas también por la ONU, además de los EE.UU.
Otro punto de inflexión en la política exterior emprendida por Trump tiene que ver con la República Popular China. La guerra comercial con el gigante asiático acaba de ganar aliento con la decisión de Trump de aumentar aún más los aranceles aduaneros sobre los productos chinos. Es decir, a partir del 1 de junio los productos chinos entrarán al mercado de EE.UU. con un arancel del 25%. La respuesta a esa decisión ya fue dada por parte de China, que anunció el aumento de 10% a 20-25% sobre los aranceles de productos oriundos de EE.UU. Ese contexto actual es el resultado de más de un año de disputas comerciales, tras lo cual está el objetivo estadunidense de impedir que China se convierta en una gran potencia, incluso en términos militares. Por otro lado, Pekín critica la unilateralidad y el proteccionismo con los cuales lleva las negociaciones Washington, sin embargo, afirma tener la suficiente capacidad económica para aguantar la presión americana y aun así sigue creciendo.
La relación con la Unión Europea tampoco va bien. Resquicios de la guerra comercial entre EE.UU. y China se hacen visibles, como por ejemplo en la negación por parte de Alemania y Reino Unido para impedir que la empresa china Huawei participe en el desarrollo de la tecnología 5G. Además, en términos de Defensa, la intención europea de crear su propia capacidad de defensa, ya materializada con el establecimiento del Fondo Europeo de Defensa para el período de 2021-2027, generó aún más divergencias con Washington. La UE ha recibido por escrito una advertencia por parte de EE.UU., según la cual su plan comunitario de defensa significa una amenaza a la integración transatlántica existente en el marco de la alianza militar intergubernamental del Atlántico Norte (OTAN). Más aún, la administración de Trump dice que puede haber amenazas políticas y comerciales a la UE, si esta sigue con sus planes comunitarios de defensa.
En el caso de Latinoamérica, el cambio reciente del espectro político en países como Brasil, Argentina y Perú ha aumentado la proximidad con el gobierno estadounidense. La intención de acercarse a Brasilia, por ejemplo, ya se efectiva en la carta enviada por el presidente Trump hacia el Congreso, según la cual Brasil deberá convertirse en un aliado preferente fuera de la OTAN. Ese estatus ya existe en la región para Colombia y Argentina, lo que facilita el acceso de dichos países a armamento, además de, en teoría, profundizar la coordinación en defensa entre ellos. Por otro lado, la crisis venezolana y sus desdoblamientos diplomáticos llevaron que EE.UU. interrumpiera todos los vuelos con el país (la decisión fue anunciada y puesta en marcha inmediatamente, en el día 16/05/2019), con la justificativa de que el régimen de Nicolás Maduro amenaza a los ciudadanos estadounidenses.
El análisis que resulta de esas acciones externas demuestra que la rivalidad con los conocidos enemigos de EE.UU. se ha intensificado, mientras se observa un desgaste en las buenas relaciones con los socios históricos, como, por ejemplo, los países de Europa. Eso, sin embargo, no es una sorpresa; es decir, el fuerte contenido nacionalista y proteccionista de la política llevada a cabo por Trump desde el inicio de su gobierno ya señalaba un aislamiento de Washington. Pero lo que se puede comprender de esa política exterior es que está muy relacionada con la política doméstica y, aun, con la movilización interna de la base republicana en EE.UU. con vistas a las elecciones presidenciales de 2020.