Vivimos en una sociedad demasiado estridente. Una sociedad que se interpela a sí misma con la retórica del esfuerzo como estandarte. Una sociedad que se interpela a sí misma exigiéndose lo que considera tremendamente razonable para otros. Tanto de estridente tiene que existe una moral y una falsa moral. Una doble vara de medir que retuerce el sentido de las cosas y las hace estallar, después, en la cotidianeidad de los mundos.
Ayer me topé con la rueda de prensa de Pablo Casado. Rueda de prensa que realizó tras las reflexiones de la jueza Carmen Rodríguez-Medel a raíz del caso Máster.
Las reflexiones excusatorias de Pablo Casado se inclinan hacia la estridencia antes comentada. Resulta que es un motivo menor. Que no entiende por qué tanto bombo sobre el tema. Que está «muy viajado» -literal-, y que no conoce ningún lugar en el que se lleven cuatro meses «persiguiendo» esas minucias. Porque para él son minucias, en caso de ser algo. Porque de momento, como todos los personajes del Partido Popular, continúa declarándose inocente hasta que se demuestre lo contrario. Lo cierto es que como persona aforada dará, en principio, igual.
Volviendo a los viajes de Casado que le han superformado como persona. Resulta que sí que se dan casos de plagios o invenciones de títulos en otros lugares. Pero al mismo tiempo que resultan ciertas esas actitudes, también contienen verdad en el hecho de que poco tiempo necesitan para dimitir de su cargo tras tamaño insulto a la «Cultura del Esfuerzo». Casado se quejaba de cómo se alargaba el tiempo. ¡Cuatro meses ya! Es bochornoso tener que aguantar de políticos que representan y dirigen nuestras vidas mediante reglamentación, estos regates a la inteligencia.
Es muy propio esto que acontece. Muy propio de la cultura política española. Político-Parlamentaria, para ser más exactos. Se juega con la certeza-falsedad entrelazadas, donde el espectador ha de jugar al juego de las adivinanzas para poder discernir lo que de cierto tiene la sentencia proclamada, y lo que mantiene de engaño.
Casado dice bien: No se acostumbra en ningún lugar -por lo menos cercano- a dilatar aspectos que van a ser demostrables. Que contrasta con la celeridad, decía yo, de las dimisiones ante la sospecha -fundada-. Casado al mismo tiempo se resguardaba de sus posibles acciones aludiendo a una riestra de casos de cargos del PSOE que se encontraron o encuentran en esa misma situación. Ponía casos de CV inflados y luego desinflados -efecto Cifuentes-; o aquellos cuyas tesis doctorales no parecen tales… Para finalizar con la mención a la «beca» de Errejón. Ante la confusión de la declaración donde se mezclan varias cosas a modo de batiburrillo, incluye un caso. Solo uno, quizás llamativo, de la formación morada.
Cuando hablaba de la estridencia y de la certeza-falsedad entrelazadas, hablaba entre otras cosas de este tipo de argumentaciones. Por un lado, porque son munición de excusa ante una acción propia; y por otro, porque se mezclan situaciones muy diferentes. Ni qué decir tiene que en el caso de Íñigo Errejón, que en primer lugar no es una beca, es un contrato de investigación, la jueza archivó la causa y la Universidad hizo lo propio. Lo que indica que no se incumple la tarea encomendada. De la misma manera, acontece con el artefacto: El trabajo de Errejón es consultable y público.
La estridencia con la que comenzábamos el artículo deviene en la «falta de importancia» que según Casado tiene este tipo de actitudes. Lo grave, básicamente, es no entenderlo como grave.
Por un lado, se falta a la ética proclamada generando categorías. Los posicionados tienen facilidad de acceso; los cotidianos tienen que vérselas con el famoso esfuerzo. Esto es algo común, no es específico de nuestra Sociedad. El problema es la percepción política del ciudadano o ciudadana corriente que asume la narrativa oficial que señala que vivimos, ya en primer término, en una Democracia Representativa de Estado de Derecho. Por lo que toda la ciudadanía es igual ante la ley -a menos que no se forme parte de la ciudadanía-. En ese caso estaríamos hablando de la cuestión soberana. La Soberanía juega un papel crucial en la constitución, conformación y desarrollo de las sociedades. Por regla general se ha evitado hablar de esta concepción política tan fundamental. Pero este aspecto será mejor tratarlo en venideras reflexiones que de hecho será objeto de análisis en el ciclo de seminarios que realizará el GIMEC en este otoño de 2018 y primeros meses del año 2019, a raíz del aniversario de los 1300 años del Reino de Asturies.
Como decía, se falta a uno de los fundamentos de la sociedad capitalista. Aquel que refiere al esfuerzo como camino necesario para el éxito. En el caso de este aristocratismo de las clases dirigentes, o de personajes perfectamente posicionados, el tránsito al éxito se ve atajado por, como decíamos, la posición tenida o mantenida.
De tal manera ocurre que, para Pablo Casado, todo este espacio de debate generado a raíz del Caso Cifuentes y extendido hacia su biografía, pone en entredicho a una Institución Pública como es la Universidad Rey Juan Carlos que termina siendo objeto de suspicacia al encontrarnos ya con múltiples casos de enchufismo, dedocracia, amiguismo, red clientelar… Por otra parte, a la relación falsedad-certeza que desacredita a una persona que se dedica a la política porque termina saltando la duda siguiente: ¿»Hasta qué punto esta persona me va a engañar si así lo requiere la situación»? Así ocurre que la honestidad se encarece y deviene en heroicidad o anécdota cuando tendría que ser un elemento de primer orden.
Por supuesto, Pablo Casado no dimitirá porque es peccata minuta, dice. De esa proclamación se desprende un rosario de ilegitimidades exigidas, luego, a los demás.
Fuentes consultadas
Rueda de Prensa Pablo Casado: 6 de agosto de 2018.