Alicia Moreno Picón (*)
Iván Moreno Parra (**)
Tras la reciente toma de posesión de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, una corresponsal brasileña le preguntó acerca de la relación de su país con América Latina y Brasil, a lo que simplemente respondió: “no los necesitamos” (CNN, 2025). Esto contrasta con la importancia que la República Popular China le ha dado a su relación con América Latina y el Caribe (ALC) desde inicios de siglo.
Álvaro Méndez, profesor del IELAT y experto en esta materia, junto a su colega el profesor Fornes, han establecido cuatro hitos en el devenir de la relación entre China y ALC (Fornes y Mendez, 2018). El primero consiste en una estrategia instrumentaliza a través de varios mecanismos de política, económicos, sociales y culturales, tanto bilaterales como multilaterales. El segundo, anunciado en 2014 por el presidente Xi Jinping en la primera Cumbre de Líderes de China y América Latina y el Caribe celebrada en Brasilia, es el plan “1 + 3 + 6”, en el cual: «1» significa «un plan”, «3» significa «tres motores”: comercio, inversión y finanzas, y, «6» son las industrias implicadas: energía y recursos, construcción de infraestructura, agricultura, manufactura, innovación científica y tecnológica y tecnologías de la información. El tercer hito fue la adopción del Plan de Cooperación entre China y la Comunidad de Estados de América y el Caribe (CELAC) en el periodo 2015-2019, que cubre las siguientes temáticas: política, seguridad, comercio, inversión, finanzas, infraestructura, energía, recursos, industria, agricultura, ciencia e intercambio entre pueblos. Y, el cuarto hito, la publicación en 2016 del segundo Libro Blanco sobre la Política de China hacia ALC, que planteaba una concentración continua en los recursos naturales y la energía, pero complementada con inversiones upstream y downstream para crear cadenas de suministro en industrias relacionadas.
De esta manera, en el último cuarto de siglo, las relaciones de los países latinoamericanos con China se han ido profundizado, complementadas por la inversión extranjera directa china, por los créditos otorgados a países de la región, por la incorporación de muchos de ellos en la Iniciativa Franja y Ruta (de la seda), pero sobre todo, por el crecimiento del comercio internacional que ha dado como resultado que se convierta en el primer o segundo socio comercial de los países de ALC, exceptuando a Argentina y Colombia (BID, 2024). Pero, si bien durante el período 2013-2020 el comercio entre ALC y China se duplicó hasta alcanzar los 309.995 millones de dólares, fue un intercambio desigual, donde los países latinoamericanos han actuado como proveedores de materias primas, minerales, productos agrícolas y combustibles, mientras que China ha aportado bienes de capital, maquinarias y bienes de consumo (Banco Mundial, 2022).
Esto revela una tendencia a la dependencia económica y comercial, y la pérdida de la oportunidad de ALC, no solo para alcanzar el tan deseado crecimiento (aprovechando la inversión china en infraestructura, industrias y servicios), sino también, el fortalecimiento de la conectividad digital y comercial entre ambas partes más allá de la exportación de productos básicos (CEPAL, 2018). Así, la falta de diversificación en las exportaciones latinoamericanas ha perpetuado la reprimarización y el extractivismo en la región. La estructura productiva se ha mantenido enfocada en productos simples e intensivos en mano de obra, lo que ha limitado el crecimiento económico a largo plazo y la mejora en la calidad de vida.
Entonces, de regreso a la idea inicial, para ejemplificar la importancia de ALC para China, se parte de los contenidos de la prospectiva. En el marco de la prospectiva, las megatendencias son un grupo de tendencias, fenómenos o procesos de carácter global que tienen determinantes diversificados y cubren todas las áreas y esferas de la vida humana, incluidas las económicas, relaciones sociales, políticas y culturales (Peciak, 2016). De acuerdo con estas, la población mundial alcanzará los 9.700 millones de personas en 2050, por lo que FAO estima que se requerirá producir casi un 50% más de alimentos, forrajes y biocombustibles que en el año 2012 (FAO, 2017). Además, para el año 2030, más de 5.400 millones de personas pertenecerán a la clase media (78,6% más con respecto a 2015), Asia Pacífico albergará el 65% de esta (CEPLAN, 2019). Teniendo en cuenta lo anterior y debido a que el Banco Mundial sostiene que, desde las reformas de 1978, en China más de 800 millones de sus ciudadanos han salido de la pobreza (Banco Mundial, 2025), este país enfrenta el reto de proveerles cada año de los alimentos que antes no se podían permitir.
Dada esta necesidad y dado que en el mercado agrícola mundial el 75% de la soja producida cumple el papel de pienso (forraje animal), este producto es clave tanto para el modelo de agricultura industrial global (WWF, 2014) como para China. Constituye el insumo fundamental para la producción de los tipos de carne más demandados en los próximos años en todo el mundo: pollo, res y cerdo (Moreno y Moreno, 2023). Dentro de la cadena global de valor de la soja, entre los mayores exportadores mundiales se encuentran tres países latinoamericanos: Brasil, Argentina y Paraguay. Mientras tanto, China no puede producir suficiente soja para cubrir su demanda interna y en el año 2017 utilizó el 68,4% de la soja como pienso (Guo et al., 2019). En 2022, Brasil exportó 47,2 mil millones de dólares en soja, convirtiéndolo en el mayor exportador del mundo, su principal destino fue China (31,9 mil millones de dólares) (OEC, 2025). Esto explica el porqué, a pesar de las diferencias ideológicas con Bolsonaro, nunca se le negó un crédito chino.
Otro ejemplo de cómo la demanda de la clase media china ha incrementado la producción de alimentos latinoamericanos, es el caso del camarón ecuatoriano. En el periodo que va desde el año 2011 hasta el 2021, el volumen exportado y los ingresos en dólares correspondientes aumentaron en más de 4,5 veces (Cámara Nacional de Acuacultura, 2023). De las 616.339 toneladas métricas de camarón exportadas en el año 2019, el 56% tuvo como destino final a China (Trase, 2023). Así, Ecuador se ha convertido en el primer exportador mundial de este crustáceo.
Finalmente cabe resaltar que, como advierte la FAO, este incremento en el comercio alimentario y agrícola, al mismo tiempo, genera externalidades negativas: agotamiento de los recursos naturales, deforestación y pérdida de biodiversidad, aceleración de los cambios en los estilos de vida y en la alimentación, e, incremento de la desigualdad (FAO, 2022). De forma clara, las consecuencias de la persistencia del extractivismo en ALC.
(*) Investigadora en formación del IELAT.
(**) Consultor económico.