Investigador del Observatorio Internacional del IELAT. Universidad de Alcalá.
La crisis ocasionada por el COVID-19, hace más frágil a una economía global altamente interrelacionada. Desde las últimas tres décadas el sistema productivo mundial se ha transformado radicalmente, y hoy es difícil encontrar un producto fabricado exclusivamente en un país. Lo normal es que cualquier bien final o intermedio sea el resultado de un proceso productivo que ha atravesado las fronteras nacionales varias veces. Por eso, la Organización Mundial del Comercio (OMC), no ha dudado en afirmar que la mayoría de los bienes deberían llevar la etiqueta “Made in the World”.
Ahora con la crisis de la pandemia del coronavirus, la economía mundial contempla como la volatilidad, la inestabilidad, y la complejidad se ha instalado. A esto se le añaden factores políticos, tecnológicos, medioambientales y sociales, que convergen en una escala sin precedentes, creando una intensa incertidumbre que tiene en permanente alerta a los gobiernos.
El Fondo Monetario Internacional (FMI), calcula que los gobiernos de todo el mundo entre 2020-2021, dedicaran 12,5 billones de dólares para estabilizar las economías y reiniciar el crecimiento. Por su parte, el Instituto McKinsey, prevé que los déficits públicos a nivel mundial podrían alcanzar los 30 billones de dólares en 2023. Estas son cifras realmente importantes y por su cuantía desconocida hasta la fecha. Pero sí los gobiernos y el sector privado trabajan juntos para evitar las desastrosas consecuencias de gasto y déficits masivos, sentarán las bases para configurar una era Post COVID-19 de prosperidad compartida y sostenible. Lo cual no es fácil, pero posible, si se establece y permanece la colaboración a largo plazo pública-privada.
En Europa se estima que los gobiernos tienen que distinguir entre los sectores ganadores que pueden sortear la crisis, frente a los que ya estaban en declive y ahora se encuentran seriamente dañados. Para nuestro país, distinguir cuáles serán los sectores ganadores y cuáles no, representa una cuestión clave. Acertar, significa construir una economía vigorosa, competitiva y generadora de riqueza a largo plazo. No acertar, sería quedarnos rezagados de los países más avanzados de nuestro entorno europeo y del mundo.
De manera que tendremos un antes y un después en la economía y la sociedad española. Por tanto, cómo será la España Post COVID-19, y más concretamente, cómo será España en el 2050, es el encargo que encomendó el presidente del Gobierno; Pedro Sánchez a la “Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de País a Largo Plazo”, elaborar el informe de prospectiva: España 2050.
España es más frágil que fuerte en un mundo intensamente interconectado. Pero España es un país vibrante, deseoso de avanzar y prosperar. Hasta qué punto podemos avanzar y prosperar con la solidez que nos proporcione un mayor bienestar en un mundo intensamente interconectado e hiper competitivo, que hace de por sí difícil prever los escenarios Post COVID-19.
España 2050, que sin dudas presenta unos retadores desafíos y ambiciosos como nobles objetivos, que como país y como sociedad deberemos todos juntos hacer frente, tiene como antecesor, hace ya más de medio siglo el informe de la OCDE “Interfuturos, 1979”. Y en España los informes realizados por entonces a cargo del Instituto Nacional de Prospectiva de Presidencia de Gobierno: “La Década de los Ochenta, 1980” y “La Tentación Proteccionista, 1982”, que realmente fue una ampliación y actualización del primero.
Interfuturos, se originó cuando el gobierno de Japón tomó una importante iniciativa en mayo de 1975, poniendo en marcha un importante proyecto prospectivo en el marco de la OCDE, con el fin de estudiar la evolución futura de las sociedades industriales avanzadas en armonía con aquellas de los países en desarrollo. Este proyecto tuvo una duración de tres años, comenzando el 1 de enero de 1976, finalizando el 31 de diciembre de 1978. Los motivos que dieron lugar en aquel momento al informe eran de los más actuales. Cómo se afirma en la introducción, “los nuevos problemas que han surgido durante los últimos años, con importantes implicaciones, tanto para los países avanzados, como para las relaciones entre estos y los países en vías de desarrollo, las dificultades para conseguir a la vez crecimiento y pleno empleo, los desequilibrios entre oferta y demanda de productos primarios esenciales, la inflación, la problemática sin precedentes de las balanzas de pagos, la preocupación sobre las nuevas estructuras de la relaciones en materia de intercambios comerciales e inversiones y en el campo monetario, más el desequilibrio creciente entre economías desarrolladas y economías en desarrollo, son algunos de los ejemplos. En los párrafos finales de Interfuturos se recomienda a los diferentes países de la OCDE, una interiorización de la reflexión general, con base en la tarea ya realizada y en una consideración más específica de cada país.
Esta recomendación resultaba especialmente adecuada para España, donde la polémica socio económica se polarizaba en exceso hacia los aspectos de corto plazo. Así lo expresaban por entonces; Ricardo López Álvarez, director general de Planificación del Ministerio de Economía y Félix Álvarez-Miranda Urech, director general del Instituto Nacional de Prospectiva de Presidencia de Gobierno. “A nuestro juicio es preciso prestar atención al medio y largo plazo y a los posibles frutos de la cooperación. Creemos que ambas circunstancias resultan oportunas. Es urgente enriquecer el diálogo de la sociedad española sobre los aspectos estratégicos y nos parece conveniente que el debate se inicie sin pronunciamientos oficiales. La Administración ha preferido potenciar un primer trabajo, que sirva para iniciar la discusión y enraizar la reflexión a medio plazo en la sociedad y en los propios medios oficiales.
España en la Década de los Ochenta, se originó aprovechando la participación de España en Interfuturos, que contó con expertos españoles -como el profesor Emilio Fontela- y del Ministerio de Economía y el Instituto Nacional de Prospectiva. El informe fue realizado por un equipo dirigido por el profesor; Emilio Fontela, donde participo uno de los referentes de la prospectiva española como es el profesor; Adolfo Castilla. En el prólogo puede leerse: “Iniciado enero de 1980, se ha intentado en este estudio en el breve plazo de seis meses reunir las bases informativas y empezar una reflexión sistemática sobre el futuro de la economía y de la sociedad española. El objetivo fundamental era provocar una preocupación mayor por los problemas de la evolución a largo plazo de España, tanto en el sector público como en el privado y en el ciudadano en general. Por ello, era más importante el enfoque metodológico, la creatividad de las ideas que la exhaustividad, característica de los planes y programas”.
Posteriormente contó con una ampliación y actualización con el informe “La Tentación Proteccionista”, también dirigido por el profesor Fontela, pero en esta ocasión encargado desde el Ministerio de la Presidencia, cuyo titular era Matías Rodríguez Inciarte, un relevante testigo de ese período histórico de la “transición española” y además, de la “transformación del sistema financiero español”. En su prólogo, subraya el gran dilema de ese tiempo, que por cierto, no se aparta demasiado del que se vive actualmente.
“El gran dilema de nuestro tiempo, es un dilema permanente entre el riesgo y la seguridad, la iniciativa individual y la intervención social, la economía de mercado y de no mercado, la innovación y la defensa de los intereses creados; un dilema en fin que parece reclamar el replanteamiento del viejo debate entre la aventura liberal y la preocupación proteccionista de las fuerzas económicas y sociales. Porque, en realidad, la crisis de nuestro tiempo plantea en términos nuevos una tensión secular entre las doctrinas del librecambismo y del proteccionismo que solo queda atenuada durante los periodos siempre excepcionales de elevado crecimiento económico mundial.
De manera que cada ciudadano, cada agente construye con sus micro decisiones cotidianas el mañana de las nuevas generaciones”.
Participamos de los supuestos desde los cuales se realizaron los informes del profesor Fontela, “un estudio de prospectiva no debe cerrar el futuro en marcos rígidos de pseudo-leyes socioeconómicas o hipótesis preestablecidas; muy al contrario, debe abrir nuevas opciones, crear flexibilidad en las alternativas, extraer oportunidades de un futuro cargado de incertidumbre, estimular la crítica y el intercambio de ideas”.
Por tanto, explorar el futuro es intentar comprender la atávica insatisfacción del presente y la añoranza del pasado para tomar decisiones con mayor responsabilidad hacia el futuro. Explorar el futuro es una de las grandes tareas de toda democracia participativa. Pero antes de abordar la exploración del futuro, todo estudio de prospectiva exige un análisis en profundidad del pasado y del presente con el fin del identificar las fuerzas del cambio, los mecanismos, las tendencias y los acontecimientos.
Para realizar este análisis del pasado y del presente resulta indispensable la observación de los datos cuantitativos, aunque ello no baste para garantizar la objetividad científica. Teniendo en cuenta como indica el profesor Fontela, “un estudio de prospectiva parte siempre de una visión parcial de la historia, en el sentido de que, al centrarse en las grandes directrices de la evolución a largo plazo con marcada preferencia por los factores estructurales, prescinde de cualquier consideración de tipo coyuntural”.
España 2050, presentado por el presidente Pedro Sánchez, significa conocer el primer paso de este proyecto: “Fundamentos y propuestas para una Estrategia Nacional de Largo Plazo”, elaborado por un centenar de investigadores e investigadoras de reconocido prestigio y de disciplinas académicas diversas, coordinados por la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia y apoyados por organismos como la AIReF, el Banco de España, y el Joint Research Centre de la Comisión Europea.
Para el presidente Sánchez, el estudio «pone al servicio de la sociedad española todo su conocimiento para ayudarla a ampliar sus horizontes y a diseñar una mejor estrategia en el largo plazo». Para ello, nos proporciona «un diagnóstico riguroso y holístico sobre los desafíos que va a enfrentar España, no solo hoy en día, sino también en el medio y largo plazo, analizando los posibles riesgos y también las oportunidades que podrían generar las mega tendencias, como el cambio climático, el envejecimiento demográfico o la transformación digital» y, por otro lado, «nos muestra nuestro potencial como país».
El estudio propone 50 objetivos que nuestro país debería alcanzar de aquí a 2050, si quiere consolidarse como uno de los países más avanzados de Europa, que se agrupan en torno a nueve grandes desafíos: 1) ser más productivos para crecer mejor; 2) conquistar la vanguardia educativa; 3) mejorar la formación y la recualificación de nuestra población; 4) convertirnos en una sociedad neutra en carbono, sostenible y resiliente al cambio climático; 5) preparar nuestro Estado de bienestar para una sociedad más longeva; 6) promover un desarrollo territorial equilibrado, justo y sostenible; 7) resolver las deficiencias de nuestro mercado de trabajo y adaptarlo a las nuevas realidades sociales, económicas y tecnológicas; 8) reducir la pobreza y la desigualdad, y 9) reactivar el ascensor social, y ampliar las bases de nuestro bienestar futuro.
Para poder dar las respuestas a estos grandes desafíos se hace más necesario que nunca, poder contar con estudios “prospectivos”. Sabemos que el futuro no es siempre el proyectado, sino que se presenta cargado de pronósticos que habrá en unos casos que revisar y recomponer, mientras que en otros anular y desechar completamente. No obstante, hay que correr los riesgos pertinentes. Las incógnitas son múltiples, severas y de la mayor trascendencia. A treinta años vista, por ejemplo: ¿existirá como la conocemos actualmente el capitalismo y la empresa?
Al respecto, permítaseme una breve disquisición y quien lo desease profundizar puede consultar mi interdisciplinar y holístico análisis en mi trilogia: “Crisis y Reinvención del Capitalismo (Tecnos, 2015); Capitalismo. Crisis y Reinvención (Tirant Humanidades, 2019) y; Capitalismo Next Generation (Tirant Humanidades, 2021).
El capitalismo reina en el mundo desde la caída del Muro de Berlín acontecida el 9 de noviembre de 1989, y la desaparición total de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), el 25 de diciembre de 1991, marcó un cambio para siempre. Pero aunque no hay cambios para siempre, por el momento el capitalismo no tiene a la vista ningún competidor con posibilidades de quitarle la corona. Su plena hegemonía quedo sellada con el establecimiento de las relaciones de producción capitalista en China, Rusia y Europa del Este, con la economía de mercado, lo que indica claramente el triunfo de la idea occidental.
Aunque esto no quiere decir que sea “el fin de la historia”, como la proclamó, Francis Fukuyama en “El fin de la Historia y el Último Hombre (1992)”. A la pregunta de qué es lo que significa este momento para Occidente y el mundo, Fukuyama responde: “Ya no se trata de una simple coexistencia entre capitalismo y comunismo, sino de la derrota de este último y de la victoria del capitalismo, y del liberalismo en toda su dimensión”.
Sobre el capitalismo, el secretario general de la OCDE, Ángel Gurría, considera que, “llegó la hora de construir juntos ese nuevo capitalismo participativo, incluyente, consciente, competitivo, vibrante, respetuoso del medio ambiente, innovador, enfocado en el bienestar y no en la acumulación y el exceso. Solo así preservaremos al capitalismo mismo y solo así será viable nuestra civilización y nuestra existencia. El capitalismo y su regla del quid pro quo, una cosa por otra, plantea un desafío social. Por ejemplo, el capitalismo que promueve la concentración del ingreso, las desigualdades y la destrucción del medio ambiente, ya no es viable. Lo vemos en múltiples advertencias, desde el rechazo a la globalización a la expansión del populismo, el proteccionismo, o el nacionalismo excluyente, hasta las diversas manifestaciones del cambio climático”.
Para el presidente de Fortune, Alan Muttay: “El capitalismo, al menos el tipo practicado por las grandes corporaciones globales se encuentra asaltado por todos lados, y los CEOs, han recibido el mensaje alto y claro. Ahora los nuevos principios, están de acorde a los de Business Round Table. Estos se refieren a la creación de valor para los clientes; invertir en los empleados; fomentar la diversidad e inclusión; tratar de manera justa y ética con los proveedores; apoyar a las comunidades en las que trabajan, y proteger el medio ambiente”. Estos principios confluyen con un «capitalismo inclusivo”, que debe servir a las causas de la igualdad humana y la diversidad, que valore la ecología del planeta, y que además de generar beneficios para los accionistas, implica superar una economía excluyente y reducir la brecha de la pobreza.
Respecto a la empresa, como unidades de producción son responsables de la mayor parte de la producción, inversión, innovación, creación de empleo y riqueza. Sus decisiones determinan no solo el crecimiento económico, sino también, el desarrollo y bienestar de una sociedad mediante el aumento de la renta per cápita.
El Foro Económico Mundial, por medio de su presidente y fundador, Klaus Schwab, propone “empresas que abracen el capitalismo de las “partes interesadas” (stakeholder capitalism), lo que significa: invertir en los empleados; fomentar la diversidad e inclusión; tratar de manera justa con los proveedores; apoyar a las comunidades de las que trabajan; y proteger el medio ambiente, tomando medidas reales para cumplir los objetivos ambientales y sociales, o; empresas que siguen en un capitalismo, que antepone las ganancias de los accionistas a corto plazo sobre todo lo demás. Schwab, defiende que no hay alternativa. “Nuestra huella ecológica se ha expandido mucho más allá de lo que la tierra puede sostener. Nuestras economías ya no impulsan el crecimiento inclusivo”. Nuestros sistemas sociales se están agrietando. En definitiva, el capitalismo de las partes interesadas es la manera de moldearlo para que incluya a todo el mundo.
Business Round Table, que desde 1978, ha declarado periódicamente principios de gobierno corporativo para las empresas, en 1997, tomo la decisión de declarar sin rodeos, la primacía de los “accionistas”. Desde entonces, los directivos de los Estados Unidos y sus colegas internacionales han seguido el principio de crear el máximo valor para los accionistas. Pero traspasada la Gran Recesión, ante una situación de creciente críticas, desigualdades, revueltas sociales y una desconfianza cada vez mayor hacia los negocios, se ha producido un giro radical. La Mesa Redonda de Negocios, anunció el 19 de agosto de 2019, sus “nuevos principios”. Lo hizo en un documento de tan solo 300 palabras, donde los accionistas no se mencionan hasta la palabra número 250. Antes se refiere a “las partes interesadas”.
De manera que a treinta años vista las incógnitas son múltiples tanto para el capitalismo como para la empresa. Por tanto, explorar el futuro es intentar comprender la atávica insatisfacción del presente y la añoranza del pasado para tomar decisiones con mayor responsabilidad hacia el futuro. Hacer abstracción de este marco temporal para enjuiciar pros y contras de una determinada época se traduce en un análisis prospectivo manco y desenfocado. Y más sabiendo que los cambios definitivos no existen; dejar de cambiar no tiene otro sentido que perecer. La vida del capitalismo (como sistema) como la vida de las empresas (como organización), no tienen tregua, viven en un estado de cambio permanente. ¿Cómo cambiará el capitalismo y la empresa a treinta años vista? En función de cómo cambien, así se verá afectada España-2050.
España 2050, debe aportar los primeros elementos para un debate en el seno de la sociedad española. La idoneidad de que abra perspectivas mediante una rigurosa información y análisis, apartado del “ideologismo” hueco y perezoso intelectualmente.
En definitiva, se trata, a juicio de Pedro Sánchez, de «alcanzar esa visión compartida de una nueva España hacia la que queramos caminar todos, juntos y juntas. Una visión que nos ilusione nos cohesione, y nos permita pensar el futuro de una manera distinta a la forma en que hablamos del presente: con mayor ambición, con mayor optimismo”.
Pensar en una España mejor para el futuro, para que esa aspiración nos haga mejores también en el presente, nos permitirá fijar con la mayor precisión, el rumbo para avanzar y prosperar con solidez y armonía hacia la España 2050.