Muchos son los artículos, documentos y estudios que se hacen sobre los cambios que la Covid-19 ha traído a nuestra actualidad. Uno de los ámbitos con mayor repercusión es el del trabajo, tanto por las pérdidas, como por los cambios o los problemas que se están dando en el mundo. La cuestión de centralizar a la pandemia como causa de todos los asuntos de la actualidad, provoca en nuestras sociedades —mal intencionadamente— una visión extremadamente cortoplacista sobre el pasado.
La Covid-19 ha traído pocas cosas nuevas, sin embargo lo que sí ha provocado sin duda es precipitar tendencias y/o generar los espacios óptimos para alcanzar ciertos objetivos. Si olvidamos esto, es fácil que caigamos en la idea de que aquello que pasa en nuestra actualidad es una consecuencia inevitable de una situación extrema y que, por tanto, tenemos que adaptarnos, conformarnos y resignarnos. Este artículo pretende reflexionar acerca del mundo laboral, sacarlo del contexto Covid y llevarlo a un plano más estructural.
En 2018 la OIT [1] arrojaba con su informe, Mujeres y hombres en la economía informal: un panorama estadístico, varios datos relevantes sobre el contexto laboral a nivel mundial. De los 5700 millones de personas en edad de trabajar, 2000 millones se encontraban en la informalidad —el 61,2 por ciento de la población activa— y 172 millones se encontraban en desempleo. Además, dentro de los grupos por edades, nos encontramos que el 77,1 por ciento de los jóvenes del mundo —entre 15 y 25 años— eran informales y de las personas mayores de 65 años el 77,9 por ciento lo eran.
Acompañando a la precaria situación laboral, en el mismo año, solo el 29 por ciento de la población humana se encuentra totalmente protegida por un sistema de seguridad social [2] . Esta situación vital de una devastadora mayoría, nos llevaría a entender porque desde hace más de tres decenios se lleva abogando —cada vez más— por la puesta en escena de conceptos como la flexiseguridad o el flexitrabajo. Ambos vendidos como fórmulas para ayudar a solventar los problemas —antes mencionados— del mundo laboral, pretenden en realidad, reconfigurar los derechos laborales —o mejor dicho, reducirlos a su mínima expansión—, para asegurar que el mercado se adecue a los intereses económicos. Intereses de aquellos que mueven y dirigen la economía, no de la gran mayoría que generamos la economía.
Se lleva teorizando desde la segunda mitad del siglo XX, con una relativa prórroga durante la Guerra Fría, que nuestro sistema requiere de grandes cambios, para poder continuar funcionando de una manera óptima y rentable. El capitalismo es mucho más que una cuestión económica, pues dichos cambios afectan de múltiples formas a las personas y a las sociedades, por las modificaciones en las relaciones laborales, políticas macroeconómicas, sociales y públicas, etcétera. Las políticas neoliberales que se fueron implantando, se postulan como la mera entradilla de algo mayor. La segunda década del siglo XXI usó de relieve el colapso de todas las « viejas » estructuras laborales y económicas, creando así sociedades con la sensación de una necesidad urgente de grandes cambios para sobrevivir. Cuando la historia, desde esta óptica —extremadamente resumida—, se cuenta así, la Covid-19 parece el punto de inflexión necesario para poder dar el paso a los grandes cambios requeridos por los grupos de poder económicos desde hace más de 70 años.
No es una cuestión de teorías de la conspiración, se trata de aprovechar contexto oportunos para poner en marcha diversos intereses o planes. Como lo fue la guerra de las Malvinas para Margaret Thatcher, un conflicto no creado por ella, pero que supo aprovechar estratégicamente para reforzar su posición y legitimar su discursos neoliberal[3].
Claro que una pandemia de esta envergadura afecta gravemente, pero no es la causante del devastador número de personas en situación precaria, y/o de exclusión sistemática, y los problemas de nuestro sistema llevan perviviendo desde hace mucho más tiempo de lo que queremos recordar. Deberíamos plantearnos si el problema para que un vaso de agua se derrame es la última gota o lo son todas las anteriores que lo fueron llenando.
Iniciamos así la tercera década del siglo XXI con una inminente cambio en el paradigma laboral. La economía digital y el teletrabajo que llevaban tiempo en escena y siendo protagonistas de los debates en torno al futuro del trabajo, hoy, se han vuelto los verdaderos articuladores del mercado laboral, que ya no se encuentran tan lejos en el futuro. Estos han ayudado a visibilizar —junto con la Covid— problemas sociales, económicos, políticos, geopolíticos y un largo etcétera, que vienen de muy lejos, pero que necesitaban visibilizarse en el momento oportuno —a unas sociedades desesperadas—.
Ya se pueden apreciar discursos sobre políticas de cómo dar soluciones «coherentes’’ a la situación complicada en que nos encontramos. Se espera que cuando la pandemia esté medianamente controlada, se inicien los procesos de recuperación y reestructuración «necesarias’’. Aunque según todo lo dicho anteriormente, y para ser políticamente correcto, mejor sería hablar de una etapa de perfecto uso y aplicación de la manipulación mediática, rescatando la idea de Noam Chomsky[4].
La hipocresía de hoy, no es lejana a otros momentos en la historia, donde se han utilizados contextos complejos o extraordinarios para legitimar discursos con unos intereses claros y favorecedores a ciertos grupos de poder.
Lejos del pesimismo y conformismo, nuestras sociedades deben demostrar que son capaces de salir del bucle de la mediocridad e ignorancia —punto 7 de las 10 Estrategias de Manipulación Mediática—, perpetuados por los poderes políticos y grupos de poder, y luchar por sus intereses colectivos. La dignificación de las personas y su relación con el medio ambiente son asuntos trasversales, a todos nos afectan, a todos nos incumben y todos debemos ser sujetos activos – con valor crítico- que luchamos por mejorar nuestras realidades.
[1] OIT. (2017). Informe Mundial sobre la Protección Social 2017-2019: La protección social universal para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. [Consultado el 21 de marzo de 2021]
[2] OIT. (2017). Informe Mundial sobre la Protección Social 2017- 2019: La protección universal para alcanzar los Objetos de Desarrollo Sostenible. [Consultado el 21 de marzo 2021]
[3] Naomi Klein. (2007). La doctrina del shock. [Consultado el 21 de marzo 2021]
[4] Noam Chomsky (s/f). Las 10 estrategias de manipulación mediática. [Consultado el 21 de marzo de 2021]