La situación que la contingencia sanitaria del COVID-19 está dejando al paso del globo terráqueo es más que obvia para el desastre en el sector turístico en este año 2020, un fenómeno por demás catalogado como susceptible a la inestabilidad, producto de agentes internos y externos que infieren en él, debido a que, tomándolo como un sistema, se encuentra entrelazado por numerosos factores y agentes que lo construyen y, a su vez, lo hacen dinámico.
Como se observa en el modelo presentado en la parte superior, el sistema turístico esta constituido de diversos elementos de carácter: natural, social, cultural, económico y político, que interactúan entre sí. Por lo que, perturbando uno de ellos se puede presentar la inestabilidad en el fenómeno turístico en mayor o menor medida, dependiendo de donde se encuentre el componente que presenta las variaciones. Ya que, sí observamos, de izquierda a derecha, se encuentran jerarquizados en secciones según su importancia para el funcionamiento del sistema: a) primera sección: gobierno (súper estructura), planeación y comunidad receptora, b) segunda sección: atractivo turístico y servicios (estructura turística), infraestructura, c) tercera sección: turistas (demanda).
Al haber una incertidumbre en la seguridad sanitaria, la cual es propia y de uso primario para la comunidad local y que depende del gobierno (primera sección), la demanda turística, es decir: turistas, excursionistas o visitantes (tercera sección), no realizarán el desplazamiento a la comunidad receptora, pese a la existencia sólida del atractivo turístico (segunda sección).
Este mismo caso es visible con otro tipo de problemáticas presentadas frente a los conflictos sociales, como: inseguridad, delincuencia, narcotráfico, terrorismo, escasez de agua, discriminación y mala planeación, factores que se encuentran inmiscuidos en el territorio, en la sociedad, en la cultura, en la economía y en el gobierno. Tras este panorama: ¿Cómo se puede salvar el turismo ante estas situaciones emergentes? ¿Cómo hacer frente al turismo como un fenómeno inestable y que genera gran cantidad de empleos? ¿Qué hacer ante la crisis del turismo? ¿Cómo atenuar la inestabilidad de los diversos componentes que interactúan en el sistema turístico?
Diversos estudiosos del turismo han dado respuesta a estas incógnitas a través de la resiliencia. Para Fortes Martín (2019) señala que la resiliencia esta constituida por la flexibilidad y la resistencia, las cuales pueden conformar la capacidad para inmutar y recuperar un sistema con el fin de mantener su estado original. Así mismo, ayuda a soportar el cambio dando respuesta a las alteraciones con lo cual se busca un bien común que puede ser referido a la estabilidad de los sistemas ambientales. García Vesga y Domínguez de la Ossa (2013) determinan que la resiliencia es la habilidad de adaptarse a través del enfrentamiento como competencia cognitiva para afrontar situaciones estresantes y de riesgo en los procesos sociales y psicológicos, con lo cual se estimulan factores que posibiliten seguir el desarrollo humano a través del bienestar. En el caso de Becoña (2006) demarca a la resiliencia como una respuesta de protección a los factores de riesgo, con el objetivo de reducir y evitar resultados negativos que alteren la psique y el entorno a través del uso de recursos que ayuden a superarlos.
Por lo que, para el caso del turismo, la resiliencia puede ser mediada desde los paradigmas psicológico y ambiental, debido a que es un fenómeno compuesto por elementos socio-ecológicos (también llamados bioculturales) y la conceptualización de este enfoque tiende a señalarlo como un enfoque interdisciplinario que converge en los paradigmas sociales, morales y ambientales, en donde se busca frenar la incertidumbre y la problemática, incentivando la consolidación de la recuperación con el fin de generar la asertividad en la toma de decisiones, promover la resistencia y tener como resultado el saneamiento para actuar ante los contextos adversos.
Siendo concretos, la resiliencia puede dar el punto que, para los atractivos turísticos, garantice el atenuar las situaciones adversas que generen impactos negativos en el fenómeno del turismo. A su vez, el turismo puede remediar y contribuir para generar impactos positivos en las comunidades locales que reciben a la gente, ya que el turismo no solo impulsa la economía local sí esta bien planeado, si no que también contribuye a incentivar la patrimonialización cultural y la preservación del hábitat natural. Haciendo hincapié en la necesidad de una buena planeación, administración y gestión, ya que, sin ésta el turismo se volverá el motor de un desastre en el territorio. Es fundamental que la planeación sea conjunta y en pro del beneficio de la localidad, así como buscar la división equitativa de beneficios, interactuando agentes dinámicos como: la entidad, el gobierno, las empresas (comunitarias y privadas) y las instituciones educativas.
La indisociable relación entre los elementos del sistema turístico debe ser abordada por medio de la prevención de riesgos ante el inminente cambio de uno de ellos, buscando predecir, analizar, solventar, evaluar y dar solución a la variación o transformación que alguno de estos tenga. Condicionalmente, solamente de esta forma, se podrá impulsar la recuperación y la estabilidad del sistema turístico, dando como resultado el buen funcionamiento y la moderación de impactos negativos en sus componentes, principalmente en la comunidad receptora.
Se han encontrado casos en los cuales la resiliencia ha sido el punto crucial para mantener los sitios turísticos, en este caso, para la comunidad de Baños de Agua Santa, en Ecuador, en la cual la reorganización y la puesta en marcha de acciones preventivas y de acciones que buscaron subsanar los impactos ejercidos en la problemática ambiental, a través del desastre natural producido por la erupción volcánica de Tungurahua, logró frenar la incertidumbre de la influencia de factores exógenos que cambiaron el escenario turístico. Con lo cual, a la larga, ayudó a adaptar a la comunidad para hacer frente y aceptar las nuevas condiciones socio-económicas a las que se afrontaban (Herrera y Rodríguez, 2016).
Otro ejemplo de la resiliencia en los destinos turísticos es en Bariloche, Argentina, una ciudad que se ha enfrentado a problemáticas sociales como la crisis económica del 2001, a la cual se le agregó la contingencia sanitaria de la influenza H1N1 del 2009 y la erupción volcánica del Puyehue-Cordón en el 2011, lo cual minimizó la llegada de turistas a este destino turístico ya consolidado. La ciudad de Bariloche tuvo que afrontar el cambio y la adaptabilidad para diversificar su mercado, con el objetivo de minimizar los impactos económicos y continuar promoviendo el trabajo en el sector turístico, con lo cual, las políticas públicas desarrolladas fortalecieron los negocios a pequeña escala promoviendo diversificación de la estructura económica local (Civitaresi y Colino, 2019).
Como se puede observar, la resiliencia es un enfoque que se ha llevado a cabo en distintos puntos turísticos del globo terráqueo, con un fin en común, continuar teniendo desplazamientos de turistas y así prolongar la derrama económica. Sin embargo, ¿es el turismo capaz de ayudar a superar las adversidades de un panorama incierto ante la inestabilidad territorial, cultural y ambiental? Como se mencionó anteriormente el turismo es un fenómeno complejo que interactúa con diversos factores, a los cuales enlaza y puede ir uniendo con el fin de promover un beneficio conjunto. También es preciso recordar que, sin una buena planeación, el turismo podría ser el detonante de un mayor desequilibrio, con lo cual puede haber una reacción contraria, y prueba de ello son los destinos turísticos en los cuales la llegada de turistas ha causado mayor daño socio-ambiental que traer consigo un desarrollo y aminorar las problemáticas de esos entornos. Ese es el caso de Venecia y de Barcelona en el continente europeo.
Finalmente es importante señalar que la resiliencia puede dar la pauta para reorganizar los destinos turísticos, con mira a tener en cuenta la evaluación y la prevención de problemas que puedan originar una alteración en el fenómeno del turismo. Para el caso del territorio rural el turismo comunitario ha echado mano de los principios fundamentales de la resiliencia a través de la participación comunitaria, buscando crear un panorama que se traduzca en el trabajo en conjunto, así como le equidad en el reparto de beneficios, ya sean económicos, culturales y naturales. El turismo se encuentra en un punto de desaire, dando indicios a navegar sin rumbo fijo, pero es más que claro que es esta contingencia sanitaria la que puede hacer el cambio en la reorganización para optimizar la gestión de los destinos turísticos, creando así la recuperación y superación de la adversidad en un año tan incierto.