Gabriel Palazzo (@gabrielmpalazzo) es Doctorando por la Universidad de Buenos Aires y Universidad de Alcalá de Henares / CEDES.
Vivimos tiempos convulsionados. A lo largo del globo terráqueo movimientos políticos se sienten golpear cada vez con más fuerzas en los distintos estados nacionales. Populismos de izquierdas y derechas son identificados por la prensa especializada como emergentes en distintos países, aunque en muchos casos lejos de ser fuerzas mayoritarias. Manifestaciones pidiendo cambios, derechos, respuestas y una mayor calidad de vida se escuchan cada vez más fuertes, con la llamativa característica de ser independientes del continente, nivel ingreso del país y hasta incluso la forma de organización política. El denominador común parece el sentimiento de orfandad de representación política que comparten ciudadanos de todo el mundo.
Es posible que el cúmulo de recomendaciones de políticas que surgieron alrededor de los años 80 esté siendo identificado cada vez más como foco de atención y críticas en este momento. Las mismas han sido denominadas como neoliberalismo por algunos autores y muchas veces siendo identificadas como el Consenso de Washington por corrientes de las ciencias económicas. Algunas de sus características en materia económica son la afirmación de las bondades del libre mercado, libre comercio y libre movilidad de capitales financieros. El achicamiento del sector público era otra de las características que se podría englobar dentro de esta corriente. Sin embargo, que el propio staff de investigación del Fondo Monetario Internacional acepte ahora, por ejemplo, la necesidad de regular los mercados de capitales financieros es un síntoma del replanteamiento de, al menos, algunas de las otrora políticas recomendadas para el desarrollo de los países emergentes.
En esta nota me propongo dar cuenta de un aspecto concreto de los hechos económicos y sociales desde 1980 para aquí y reflexionar cómo ha sido la dinámica tanto en países desarrollados, como en América Latina. En particular me enfocaré en la dinámica de la desigualdad interna de cada país, utilizando la base de datos Standarized World Income Inequality Database (SWIID)[1]. El objetivo es entender si la desigualdad de ingresos puede ser identificado como una posible hipótesis que explique el descontento social.
Es interesante analizar su trayectoria, dado que muchos analistas han querido explicar los hechos acontecidos en América Latina y el mundo desarrollado mediante indicadores de desigualdad. Utilizaremos el índice de GINI del ingreso disponible. El indicador muestra un aumento de la desigualdad de ingresos cuando sube, y una caída cuando baja. Se calcula teniendo en cuenta el ingreso disponible, con lo cual impuestos y transferencias gubernamentales, ya están contabilizadas en su elaboración.
Como caso paradigmático de países desarrollados analizamos Estados Unidos. Es claro que en 1980 hay un cambio en la tendencia de la evolución del GINI, coincidente con el auge del neoliberalismo. La trayectoria previa era estable, y si nos fuésemos todavía más atrás encontraríamos una trayectoria descendente en el período de posguerra debido al auge del estado de bienestar en el país. De forma similar, si analizamos Reino Unido encontramos un quiebre muy marcado en los años 80. Sin embargo, aquí se estabiliza a mediados de la década de 1990 y se mantiene en dicho nivel hasta estos días.
Ambos casos exhiben movimientos políticos disruptivos en la actualidad y muchos analistas lo asocian al incremento de la desigualdad. Por un lado, el presidente Trump ganó las elecciones con el apoyo de los trabajadores de baja y media calificación de los Estados Unidos que perdieron sus empleos ante el ascenso de China como productor global de manufacturas. La retórica en contra de la globalización y libre comercio explica su popularidad inicial entre estos electores. Reino Unido, por su parte, exhibe un proceso de ruptura con la Unión Europea, ante el sentimiento de que el acuerdo aduanero y de libre movilidad de las personas, impone más perjuicios que beneficios para los ciudadanos del país[2].
¿Qué sucede si analizamos países de América Latina? Muchos están pasando momentos políticos y sociales intensos. Los reclamos hacia el poder político no son menores. Chile, Colombia, Ecuador, Bolivia, Venezuela y Brasil son algunos de los casos notorios, pero la lista es aún más extensa. Además, América Latina es la región más desigualdad del mundo y, por lo tanto, este indicador es particularmente relevante para comprender las dinámicas de la región.
Sin embargo, es difícil explicar los hechos políticos y sociales mediante el análisis del GINI y la desigualdad de ingreso. Los años 2000 han mostrado una tendencia igualadora en la mayoría de los países, en contraposición al mundo desarrollado. La mayoría de los países de la región ostentan una caída del índice de GINI del ingreso disponible.
Utilizando el máximo de años disponibles de este indicador para cada país y, teniendo en cuenta, que el área sombreada representa el intervalo de confianza de la estimación puntual (línea), se observa que en todos los casos, la desigualdad por ingresos cae. Esta trayectoria igualadora ha empezado en algunos casos en los años 2000 y en otros alrededor de 2005.
Los motivos de este comportamiento igualador son varios. Entre estos se destacan un mayor compromiso gubernamental con transferencias condicionadas a los sectores de menores recursos y un incremento de la formalidad laboral en algunos de los países de América Latina. Sin embargo, un denominador común es la caída de la prima de educación que han mostrado los países como consecuencia de que el boom de los precios de los productos primarios. Este boom generó un incremento del poder adquisitivo de un sector de la sociedad, incrementando su consumo de, por ejemplo, servicios no transables. El sector servicios (por ejemplo, construcción) emplea en su mayoría a trabajadores de menor nivel educativo, aumentando la demanda de los mismos y, por lo tanto, produciendo un aumento del salario relativos de estos, respecto de los trabajadores de alto nivel educativo. Así el incremento de los precios de los productos primarios impactó positivamente en otros sectores modificando los salarios relativos[3].
La mala noticia es que esta dinámica igualadora perdió fuerza ante la caída de los precios de los productos primarios. Esto puede ser una explicación por la cual se observa que desde 2014/2015 la tendencia igualadora se ha frenado. Incluso se observa un incipiente incremento de la desigualdad. No obstante, es necesario resaltar que aun luego de una década positiva en materia de igualación de los ingresos disponibles, el nivel del índice de GINI sigue por encima de los países desarrollados mencionados anteriormente. Es decir, América Latina sigue siendo más desigual que países como Estados Unidos y Reino Unido y, en general, que todos los miembros de la Unión Europea.
En definitiva, la dinámica de la desigualdad de ingresos es una hipótesis plausible para los países desarrollados. Para América Latina parece no ser suficiente para entender el fenómeno. Es cierto, y en mi opinión muy relevante, que la desigualdad no se restringe a los ingresos disponibles. La falta de acceso a servicios de salud, educación y otros servicios públicos son fundamentales para entender los sucesos en Chile y Colombia, por ejemplo. La falta de provisión de los mismos son consecuencias de recomendaciones de políticas que surgieron en los años 80. Por lo cual, los análisis de desigualdad deben incorporar a los mismas para lograr un entendimiento acabado de la situación. Por último, al ser América Latina unas de las regiones más desiguales y cortarse la tendencia igualadora en 2015, la desilusión generada puede ser un determinante relevante de los reclamos para una mayor igualdad. Es lógico esperar que los reclamos no sean lineales a la dinámica pasada del GINI y que mínimo abandondo de una tendencia igualadora, tenga efectos no lineales sobre los reclamos sociales en sociedades muy desiguales.
En mi opinión es necesario aumentar los esfuerzos para entender los fenómenos sociales en la región. Claramente, un mejor entendimiento provee mejores instrumentos para realizar las políticas sociales necesarias para la convivencia pacífica y justa en la sociedad. La confusión de pensar que el primer objetivo es la eficiencia económica y que sólo se logra con un conjunto de políticas, descuidando la igualdad, puede ser la causa de movimientos sociales y políticos disruptivos. No hay ninguna política más ineficiente en términos económicos que una sociedad en conflicto por no respetar los valores mínimos para una convivencia pacífica.
[1] Solt, Frederick. 2019. Measuring Income Inequality Across Countries and Over Time: The Standardized World Income Inequality Database.» SWIID Version 8.2, November 2019.
[2] Es claro, no obstante, que el cambio de tendencia no puede ser por sí mismo prueba de que el neoliberalismo ha sido el culpable de la misma. Claro está que un cambio tecnológico en perjuicio de los trabajadores menos calificados también puede ser el causante del mismo. Sin embargo, los gráficos son sugerentes.
[3] Por supuesto, el estado nacional también se benefició del incremento de los productos primarios, incrementando su recomendación y aumentando el espacio fiscal para políticas redistributivas.